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Esclavos de nuestras preocupaciones
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Esclavos de nuestras preocupaciones

Actualizado 05/12/2015
Eusebio Gómez

Vivimos atados, esclavos, de nuestras preocupaciones.

La libertad y esclavitud no sólo está en las cadenas y estacas, sino en la mente, muy dentro del ser humano. Si piensas que eres libre o esclavo, lo serás, "si piensas que estás vencido ya lo estás" (C. Barnard).

[Img #494590]Todos los recursos que necesitamos están en nuestra mente, sólo hace falta creer y todo sucederá según se piense y se crea. San Francisco de Sales, con su gran experiencia de persecución y sufrimiento, decía a quien padecía: "No te preocupes? El mismo Padre eterno que cuida de ti hoy? te cuidará mañana? y todos los días de tu vida. Tu Padre te protegerá contra el sufrimiento y el mal? Tu Padre te dará infaliblemente el valor necesario para llevar tu cruz y superar la dificultad."

La preocupación nace, en la mayoría de las ocasiones, de los fracasos del pasado y de las sombras que se agigantan del futuro. Poniendo la mirada en el pasado turbio, la persona se desanima; mirando el futuro sin esperanza, la persona se angustia, no vive con entusiasmo lo único que tiene que es el presente.

A. Palacio Valdés tiene una narración en la que viene a decir que a principios del siglo pasado un indiano natural de Asturias regresaba de "hacer las Américas". Traía consigo todos sus ahorros y a un antiguo y fiel criado suyo. Una vez en la península, tuvieron que pernoctar en una posada situada en pleno monte. Después de haber cenado y acomodado el caballo, se retiraron a descansar. Pero el indiano astur notó algo raro en la mirada y en la actitud del criado. De pronto le entraron sospechas de que éste tramaba algo para apoderarse de su tesoro. Tras unos momentos de reflexión, se acercó al criado y le dijo:

Una preocupación, un mal pensamiento, puede esclavizar nuestra mente, nuestro corazón y todo nuestro ser, atándonos a un tormento en el sueño y en la vida. Es bueno dejar todo en las manos de Dios. No podremos ser felices mientras no derrumbemos las murallas que rodean nuestro yo, mientras no nos abramos al misterio de los otros, si no llegamos a contemplar en profundidad los acontecimientos pasados y presentes de nuestra existencia. Dios está presente en ella.

La preocupación es un fenómeno natural en todas las personas, y sin duda muy útil para muchas cosas. El problema surge cuando se pasa de los límites razonables y se roza con la enfermedad. Cuando la preocupación se hace crónica y reiterativa, engendra ansiedad y es causa de trastornos nerviosos de diverso género: fobias, obsesiones, crisis de pánico...

Lizabeth Roemer y Thomas Borkovec nos dicen que la preocupación resulta imprescindible para la reflexión constructiva, y sirve para alertar ante un peligro potencial y facilitarnos la búsqueda de soluciones.

Cuando una persona se encuentra metida de lleno en esa espiral de la preocupación, anota Alfonso Aguiló, que ha de procurar adoptar una actitud crítica hacia lo que constituye el origen de su preocupación, y preguntarse básicamente tres cosas:

¿Cuál es la probabilidad real de que eso suceda?

¿Qué es razonable que haga yo para evitarlo?

¿De qué me está sirviendo darle vueltas de esta manera?

Así, con una mezcla de atención y de sano escepticismo, se puede ir frenando la ansiedad y salir poco a poco del círculo vicioso en que tiende a aprisionarnos. No es bueno inquietarse por las dificultades de la vida, por las frustraciones; no hay que dar paso, hay que confiar en Dios, aceptar los acontecimientos de cada día y, entonces, sólo entonces, aparecerá la felicidad.

El lunes día 7 de diciembre, tendré una charla sobre este tema en los Carmelitas de la C. Zamora, 59 a las 20:30.

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