Si, debemos recordar nuestra historia más reciente, alguien me mandaba hace unos días la lista de los 851 asesinados por ETA.
Me pareció muy bien, pues "debemos recordar" los asesinatos de estos pistoleros a los que la prensa en sus primeros años ni siquiera llamaba criminales, sino "comandos" "refugiados vascos" o "agresores", e incluso alguien les llamó: "Grupo de liberación vasco".
En estos tiempos de elecciones estamos más obligados que nunca a recordar.
Hace un tiempo todos los grupos políticos del Congreso (excepto el PP) rendían un homenaje a las víctimas del franquismo; Luis Grandes el que fuera portavoz parlamentario del PP lanzó una andanada preñada de ignorancia y de desprecio hacia estas víctimas: "Están empeñados en hacer un homenaje a no se sabe quién" mientras el PP del distrito de Carabanchel se negaba a darle el nombre de Salvador Allende a una calle y propone la de Alcázar de Toledo.
No es bueno negar la historia ni negar el pasado pues recordar es un acto de salud mental.
Y me duele la memoria de las personas que sucumbieron a las garras del fanatismo etarra, siendo una muerte injusta cruel y cobarde. Tuvieron casi todo lo que les fue negado a las 192.684 personas que fueron sumariamente ejecutadas por el otro fascismo, el del general, dictador y asesino Franco, entre 1939 y 1944 una vez terminada la guerra civil, la macabra exactitud del dato está en la página 23 del minucioso estudio de Francisco Cauded, catedrático de Literatura de la Universidad Autónoma de Madrid en "El fin de la esperanza" ¡¡192.684 muertes en cinco años!!: un genocidio en toda regla perpetrado al amparo del terror, dictado
por el odio, y llevado a cabo con una vesania animal y fanática contra personas indefensas.
Genocidio: "eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de religión o de política", dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua.
Ferres en Memorias de un hombre perdido nos dice:?"Los franquistas fusilaban cada noche: personas condenadas en juicios militares sumarísimos". La más de las veces, lo hacían al abrigo de las tapias del cementerio.
Juan Eduardo Zúñiga publica en Bobelia 2-11-2002,.."Era algo sistemático (los fusilamientos). Recuerdo la comitiva que acompañaba al cuerpo de José Antonio llevado a hombros desde Alicante hasta el Escorial. A su paso por los pueblos preguntaban si quedaba algún rojo, y fusilaban a cualquiera por nada, acaso porque en su día leía El Imparcial que era un periódico de izquierdas".
Las Trece Rosas
A Blanca Brissac, Anita López, Julia Conesa, Virtudes González y Martina Barroso las fusilaron el 5 de agosto de 1939 en Madrid junto a otras ocho menores: "Las Trece Rosas". ¿Su delito? militar en las Juventudes Socialistas Unificadas. Primero fueron violadas por turno meticuloso de graduación, y poco después sus violadores formaron el pelotón de ejecución. Murieron sin volver a ver el día, sin divisar la aurora". (El fin de la esperanza página 119),
El franquismo levantó su legitimidad sobre una pira de cientos de miles de cadáveres. El hecho básico de la vida política franquista fue la feroz matanza indiscriminada de los primeros años de la posguerra, hoy tenemos la obligación moral de recordar a Blanca a Anita a Gloria? Para devolverles la memoria y la dignidad que les quisieron arrebatar aquellos sicarios del oprobio y la sinrazón. También decirles a sus verdugos materiales e intelectuales (por llamarlos de alguna manera) que su victoria ha sido efímera, y su nombre rodeado de desprecio, y que las ideas por las que las asesinaron desprenden un hedor de podredumbre que nos las hace insoportables.
Y es necesario hacerlo así, no quiero que el silencio siga degradando a las víctimas inocentes. El silencio es la tortura de la memoria, es psicológicamente insano porque ahoga la expresión emocional.
Después de muchos años, las victimas siguen llorando en silencio, siguen cerrando las ventanas para hablar, pero además del daño psicológico que arrastra, el silencio es intrínsecamente injusto, porque extiende la sombra de la duda sobre la víctima, la rodea de sospechas, le impide defender la legitimidad de sus opciones, el derecho a pensar de manera diferente, a protestar contra la infamia y el terror, el silencio pone entre paréntesis la inocencia de las víctimas y les niega la posibilidad de reivindicar su dignidad, las de ellas, y las de quienes pensaban y siguen pensando como ellas. Mientras, los victimarios, quienes perpetraron la barbarie y quienes siguen alimentándose de la ideología que la sostuvo campa a sus anchas sin sonrojo y sin remordimiento. Una situación preñada de una perversión tan éticamente inaceptable como socialmente degradante: es la víctima la que carga con la responsabilidad y con la culpa, mientras que los asesinos siguen aupados en la inocencia.
Los asesinos Franco y Millán Astraid
Todos hemos visto en su día solicitar en el Parlamento al Sr. Aznar que condenase la dictadura franquista, pues bien, algunos aún estamos esperando que lo haga, o nuestro Ayuntamiento de Salamanca, al no quitar el medallón del Dictador y asesino Franco.
Por eso el día 20 de Diciembre, hemos de recordar, a quienes nos metieron en una guerra, a los que presentaron un programa electoral, donde nos decían que no iban a tocar la sanidad, ni la educación, ni las pensiones, ni la Ley de dependencia, ni la dación en pago (a sabiendas de las personas que se suicidan), ni las medicinas a las personas con hepatitis "C" muriendo una media de 12 personas diarias, es decir, no cumplieron ni con las comas de su programa.
Me da pena la falta de cultura de este país, la falta de información, y pensar que hay buenas personas que les votaron una vez tras otra, sin darse cuenta del daño y el dolor que se ha causado.
Silenciar todo estos incumplimientos, la dictadura, la tortura, el asesinato o las guerras, y apoyar a los que las promueven nos convierte en cómplices.
Por eso hay que recordar alejados de la venganza y sin convocar el rencor ni el resentimiento inútil.
El recuerdo se convierte así en un deber moral.
Andrés Barés Calama
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