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La doble invasión
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La doble invasión

Actualizado 30/11/2015
Francisco López Celador

Desde que el hombre alcanzó la posibilidad de salir de su entorno, una mezcla de curiosidad y conquista le llevó a desplazarse hacia las tierras vecinas, con vistas a mejorar sus condiciones de vida y, de paso, aumentar su poder. En los albores de la historia ya hay constancia de pueblos exploradores recorriendo grandes distancias en busca de lo desconocido, aunque, a veces, no iban tan a ciegas sino, más bien, buscaban las materias primas que otros viajeros habían reconocido previamente. Las hambrunas, los recursos que no poseía y el espíritu aventurero han llevado al hombre a conocer otros mundos, no siempre en plan pacífico. Es lógico pensar que, dada la especial situación geográfica de España, punto de unión entre dos continentes, el Mediterráneo y el Atlántico fueran dos mares concurridos por navegantes norteafricanos y europeos del sur y del norte. No en vano por esas aguas nos llegaron las invasiones, pero también la civilización y la cultura. Por eso mismo, nuestra historia lleva ya muchos siglos unida al continente africano, mucho antes de que el "moro" Tarik cruzara el estrecho con ánimo de quedarse.

[Img #491743]Aquella excursión musulmana por tierras hispanas ?de más de siete siglos de duración- tuvo las consecuencias directas de una conquista casi completa de nuestras tierras, y las de la subsiguiente reconquista con no poco coste en vidas y sacrificios. Ahora que tanto suena el mensaje subliminal del islamismo reclamando lo que para ellos es Al-Ándalus como algo que les pertenece, se me ocurre pensar que deberían ponerse a la cola ya que, con el mismo derecho, podían reclamar su parte del botín celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, etc., que llegaron antes que ellos ?y algunos con muy buen legado-.

En los momentos actuales Europa se encuentra sometida al flujo de dos corrientes humanas, con hechuras de invasión pacífica, que obedecen a situaciones diferentes en su origen pero equivalentes en su finalidad. La guerra declarada en Siria e Irak por el terrorismo yihadista, con la doble finalidad de ocupar unos territorios con suficientes recursos como para sufragar los gastos del conflicto y, de paso, eliminar literalmente a la población musulmana local que no comulgue con sus ideas, ha supuesto, por un lado, la muerte de muchos miles de seres indefensos, y , por otro, la huida precipitaba de varios millones que pretenden llegar a la Europa occidental para acogerse al status de refugiados en un éxodo que, o consigue ablandar la conciencia de los países de acogida, o, no tardando mucho, asistiremos a la muerte por frío e inanición de gran parte de ese "ejército pacífico". Estamos asistiendo, como en otras ocasiones, al espectáculo farisaico de organismos internacionales "preocupados" por el problema solamente lo imprescindible como para que sus comunicados aparezcan en los medios de comunicación, pero ciegos y sordos a la hora de comprobar el cumplimiento de esas medidas. Por desgracia, los últimos acontecimientos nos están dando la razón. Cuando el terrorismo golpea brutalmente a una nación todo el mundo civilizado se rasga las vestiduras; se declaran días de luto oficial, se guardan minutos de silencio, pero?. a la hora de echar una mano al agredido, encontramos más inconvenientes que ofrecimientos. Hay mentes preclaras que pontifican su oposición a emplear la fuerza contra quienes masacran a inocentes; otros opinan que responder al ataque es simplemente venganza. Es curioso pero, quienes así opinan, son los mismos que abominan de la justicia que se muestra condescendiente con el violador, el maltratador o cualquier delincuente de amplio historial que campa por sus respetos, sabedor de que su infracción siempre le resultará rentable. Si queremos derrotar al terrorista, no se le puede conceder ninguna ventaja. Por si quedaba alguna duda, el llamado "sindicato de la ceja" ya se adelanta a los acontecimientos sacando en procesión su sagrado paso de "No a la guerra", que tanto rédito le ha dado. Aunque el gobierno ?por supuesto, sólo si es conservador- no manifieste ninguna propensión a tomar parte en conflictos armados, es lo mismo, basta con estar próximas las elecciones para tocar a rebato a sus huestes. Aquí se trata de torcer la voluntad del electorado, no importan los medios ni la veracidad del mensaje. Hay que "buscarse el cocido" como sea, al resto, que le den.

La otra invasión pacífica llega por el sur. Si en Oriente Próximo es la guerra la culpable del éxodo, en los pueblos de África la razón es doble: junto a los variados grupos terroristas que campan a sus anchas, apoyados por intereses bastardos muchas veces poco comprensibles, imponiendo por la fuerza de sus armas posiciones absolutistas y asesinando a quien se resista, existe una masa de población que carece de lo imprescindible para subsistir, pero que ha visto cómo se vive en Europa. Aquí también aparecen las mafias que acaban con los pocos fondos de los nativos para facilitarles - que no tiene nada de fácil- el salto a ese mundo idílico. La realidad ya la conocemos. Lo más suave que se oye es: ¡aquí no cabemos todos!

Es cierto que el problema no es menor. Aquí no atamos los perros con longaniza y tampoco se puede abrir la puerta de par en par para que, entre los necesitados, se cuele el fanático terrorista resentido. Pero algo habrá que hacer. Si alguna vez conoce el mundo el ansiado estado de paz y tranquilidad será a base de equilibrar los recursos de forma que las diferencias no sean tan exageradas. Control, sí; reparto justo de responsabilidades, también, pero generosidad, de todos, porque nadie está libre de verse un día necesitado.

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