Fatema, como la Mernissi

Qué fácil es olvidar, como lo ha sido olvidar la vida y obra de la socióloga, profesora y escritora marroquí Fatema Mernissi. Y eso que le dimos el Premio Príncipe de Asturias en el 2003, pero nuestra memoria es breve, constantemente bombardeada por una actualidad cada vez más frívola. O es que estamos ahítos de políticos, de fútbol y hasta de cambios climáticos. Total, que no nos enteramos de la muerte de esta mujer excepcional, y es que no hay en el mundo árabe ni espacio para la disidencia ni para la mujer en general a no ser que sea el florero necesario para pasearse por Europa y América cual percha privilegiada. Que no, que la muerte, y más la vida y obra de Mernissi debían ser conocidas, porque fue ella la primera que habló de las mujeres del Profeta, aquellas de armas tomar que participaban en política porque eso de las prohibiciones no era más que una lectura posterior de los textos sagrados. San Agustín y antes San Pablo fueron los inventores de la iglesia prohibitiva, y a saber a qué mente preclara se le nubló el cerebro y dijo cosas como que el musulmán debía pegar a su mujer y cubrirla de arriba debajo de tela. Eso de la tela está bien cuando no hay protección solar ni piel que resista el sol de la península Arábiga, y es que hasta podemos tomarlo como una concesión cultural? pero tiene bien poco de religioso eso de ir por ahí como si llevaras el mantel encima, o el sudario. En fin, que yo estaba con la Mernissi, aquella que se adelantó a su tiempo hablando de las prohibiciones no justificadas en el islam por parte de ese islam que nos relega a más de la mitad del mundo a ser mera sombra del varón. Ella, que escribió su infancia en un libro bellísimo, Sueños en el umbral, y que no se cansó de defender una forma diferente de ser mujer, musulmana, árabe y habitante de un país, Marruecos, donde las tres culturas siempre vivieron puerta con puerta.

Ha muerto la Mernissi cuando mi hija Fatema cumple doce años. A Fatema la llamamos así por su abuela paterna, costumbre no extendida entre los árabes porque cada niño tiene que llevar su nombre, y ya ven, en cuanto hubo que inscribirla en el registro, el probo funcionario, bien informado me dijo ¿Cómo la Mernissi, no? Y yo, muy propia, le dije que sí, que como la Mernissi, pensando que la pobre bebé de días no tendría más remedio que salir feminista y además, de las duras, porque su madre no se corta. A mí que no me vengan con zarandajas, porque no diferencio entre mujer y hombre más que para entrar en el baño y alucino en colores cuando alguien se cuestiona alguna diferencia más que la puramente biológica: los niños tienen pitilín y las niñas otra cosa rara. Y lo demás que se lo pregunten a la Mernissi, puro discurso en el que ya no hay ni que reparar. Sí, ha muerto Fatema, la escritora, la mujer del pelo rizado, los vestidos coloridos, la profesora de universidad a la que silenciaban suavemente, sin ruido. Entonces recuerdo aquel momento extraño en el registro; ¿Fatema, como la Mernissi? Exactamente, como la Mernissi.

Charo Alonso.