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Los jesuitas abren su casa a las carmelitas de Teresa
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MERECIDOS APLAUSOS

Los jesuitas abren su casa a las carmelitas de Teresa

Actualizado 28/11/2015
Redacción

De nuevo, la exitosa obra 'Teresa, la jardinera de la luz' vuelve al escenario de una iglesia salmantina

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De nuevo Teresa, la jardinera de la luz vuelve al escenario de otra iglesia salmantina. Tras el indiscutible éxito del día 13 de noviembre en el que la obra se representó en la iglesia de María Mediadora, los salmantinos que aún no habían podido disfrutar de ella, tuvieron ocasión de hacerlo este pasado viernes 27 en la capilla del convento de los Padres Jesuitas. La que siempre ha sido Casa de espiritualidad de esta orden en nuestra ciudad y ahora también residencia, posee una bella y elegante capilla, con dimensiones suficientes para acoger al numeroso público todavía expectante por disfrutar de este montaje. Es una amplia y luminosa capilla, dentro del mismo convento, que se ubica en el primer piso, y que pone de manifiesto la elegancia y austeridad de las que esta orden religiosa de los Padres Jesuitas siempre ha hecho gala. Ha sido, por otra parte, una oportunidad para que buena parte de los espectadores vieran por primera vez este espacio, raras veces visitado en Salamanca y que también fue objeto de deleite añadido a lo que de por sí supone ver esta ya tan conocida obra de teatro.

Con la elegante entrada de las monjas, cantando el Kirie al son de la música que el maestro Salinas interpreta en su órgano, el interés de los espectadores está garantizado desde el primer minuto. Las actrices del grupo de teatro Lazarillo de Tormes de la ONCE aparecen por lo general desde la parte trasera de la iglesia y avanzan con cadencioso ritmo, carente de toda prisa, hacia un altar donde les espera subido en el púlpito, un dominico enviado de la Inquisición, deseoso de conocer a la famosa madre Teresa de Jesús. Con el enfrentado diálogo entre carmelitas y dominico en términos nada amigables, da comienzo esta original pieza teatral.

El texto, elaborado como ya sabemos, por el dramaturgo irlandés, Denis Rafter, para este grupo de teatro aficionado, que de forma tan profesional lo lleva a escena, presenta y recorre de forma magistral la figura de la gran mujer que es Teresa de Jesús. La elegancia y austeridad de la capilla jesuita, ya mencionada, parecía estar plenamente acorde con lo que este magistral autor irlandés ha conseguido, con este trabajo, que no ha hecho desmerecer, por otra parte, ninguno de los escenarios en los que hasta ahora se ha representado. Podemos decir lo mismo para orgullo de estos actores, que han sobrepasado las 96 representaciones, y muy merecidamente, con esta obra de teatro.

La sencillez de su escenografía, lo dice todo precisamente por esto. Los hábitos que llevan las hermanas carmelitas, están confeccionados con auténtico paño de estameña de lana de cordero, adquirido también en un convento de carmelitas de nuestra provincia. Nos referimos al de Mancera donde las monjas los tejen de forma artesanal en sus telares. El resultado del vestuario habla por sí solo, pues el primer cuadro de las hermanas en el altar, nos traslada al siglo XVI, época de Teresa de Jesús. Cuando comienza el severo interrogatorio por parte del dominico en su negro y bien conseguido atuendo, nada hace sospechar que un grupo de simples mujeres de aquel tiempo y además religiosas puedan acabar con su sola elocuencia con la despiadada retórica del dominico. Y es que la simbiosis de un guión sintético y conciso con una puesta en escena carente de artificios son capaces de introducirnos en el complejo ambiente religioso de la época. Solo ha sido necesario rigor para con los trajes de aquel tiempo, y un atrezzo que no va más allá del púlpito del inquisidor y la réplica exacta del órgano del maestro Salinas, que es el encargado de poner música de la época a cada cuadro escénico en los que se va desgranando la obra ante nuestros ojos.

En cada parte de la obra hay algo de Teresa; vemos a la mujer luchadora por las injusticias de su sociedad que ignora sobre todo a la mujer. Los enconados diálogos entre monjas y dominico, acerca de Teresa, así lo expresan de forma palmaria. Descubrimos también a la mujer letrada y escritora que usaba la palabra, no para encajarla en géneros literarios, si no como vehículo para dar vía libre a sus sentimientos y emociones en cada momento de su vida. O también a la poeta que declara su amor a Dios a través de bellísimos versos donde es capaz de hablar de lo inefable a través de clarísimas paradojas. Encontramos también a una viajera inagotable que nos cuenta su vida por esos caminos para fundar conventos donde las mujeres que lo deseen puedan dedicar sus vidas a lo que libremente han elegido como ella pudo hacerlo en su momento. Y sobre todo vemos la valentía que tiene al enfrentarse a los poderosos de su tiempo, sobre todo hombres, para defender sin reservas no sólo su forma de vivir, sino también a aquellos que considera injustamente tratados, sean hombres o mujeres, pobres o ricos.

Llegados a este punto y porque en esta ocasión hablamos de la puesta en escena de "Teresa, la jardinera de la luz", en esta capilla jesuita, resultó cuanto menos interesante y por qué no, conmovedor la lectura de una carta que escribió la madre al rey Felipe II en defensa de uno de los hombres que más la ayudó en su labor al final de sus días. Se trataba de un jesuita, el padre Gracián, puntal en su labor fundadora y criticado y vilipendiado por ello entre propios y extraños. Esta capilla sobria y elegante resultó perfecta para esta escena presenciada por las figuras e los jesuitas más ilustres de todos los tiempos, como lo fueron Ignacio de Loyola o Francisco Javier, que fueron testigos de excepción de un trabajo que parecía sintetizar de principio a fin no sólo la esencia de nuestra ilustre carmelita, sino también muchos de los valores que la orden de los jesuitas siempre nos han regalado con su tarea y modus vivendi, que como en el caso de ella, no siempre han sido bien entendidos y aceptados. Sin embargo los principios de una enseñanza de calidad, justicia, trabajo por el mundo y exaltación del Dios creador y refugio de todos, son el denominador común que los hace cómplices. Había mucho que aplaudir en esta tarde de buen entendimiento entre invitados y anfitriones, y el público asistente así lo entendió y lo expresó cálidamente con sus aplausos.

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