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Aspavientos
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Aspavientos

Actualizado 28/11/2015
Fructuoso Mangas

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Nada que ver con aspas ni molinos, el padre de aspavientos es un verbo latino (expavere) que significa mostrar miedo subrayando que la acción es siempre (y quizás sólo, que es lo malo) hacia fuera. Tiene un matiz, que ya destaca el DRAE, de exageración, que por su propia condición va a ser poco duradera. Por esto me parecía un buen título para esta reflexión, que por un lado me parece clara y de bulto y por otro no es fácil de precisar con justeza y sin ofender.

Me refiero a esa exacerbación, sobre todo periodística pero también ciudadana, cargada de sentimientos, temores y reacciones, que se muestra y se la hace crecer en esto días ante los dolorosos sucesos de París y ante la amenaza que suponen. Y quizás pueda estar justificada, no lo voy a negar yo. Pero lo que según mi modesta y respetable opinión la descalifica y además la califica de sospechosa es el agravio comparativo. Comparemos.

Impresiona ver las flores y los cirios y los himnos, los telediarios desde el mismo París un día y otro, los gestos y las actitudes de los ciudadanos y autoridades en los lugares del terror y de la muerte. Los asesinados lo merecen y su memoria lo reclama. Pero esa expresión de piedad y acompañamiento se contradice con otros espacios y situaciones que reclamarían una fidelidad parecida o equivalente, salvadas las diferencias pero contando con la sagrada justicia distributiva.

Por recordar dos o tres contradicciones señalo el escandaloso abandono del monumento en Atocha a las víctimas del terror en aquel aciago 11M; o el estado lastimoso y terminal del erigido no hace mucho en Vitoria en honor de los asesinados por el terror etarra. Y así otros monumentos, monolitos, lápidas, cruces, etc? que han venido siendo inaugurados con gran dolor y buena memoria y al poco tiempo recluidos en la indiferencia y el olvido. Sigo pensando que estos aspavientos de hoy o son aspavientos interesados, según los casos, o acabarán siendo olvido de mañana.

Cambiando la dirección pienso en un país como Qatar, financiador inagotable e inspirador impenitente de buena parte del terrorismo islámico: del emirato al EI no hay más que un paso y otro más, no más, hasta París. Su culpa es conocida y su odio a todos los valores occidentales ? desde la fraternidad a la democracia, desde la libertad hasta la idea del mundo como casa común ? es levantada como bandera de muerte frente al mundo libre? Sin hablar del maltrato extremo al enjambre de obreros baratos que procedentes de Asia están levantando los edificios del Mundial de Fútbol o de las exigencias semicarcelarias a todo el quiera actuar con normalidad ciudadana en su territorio.

Y a la vez los países occidentales y sus gobiernos haciéndole carantoña de amistad a cambio de inversiones o de dinero y, lo que es más ridículo, adjudicándole la organización del Mundial con el sonrojo de que sin duda los que llevan florecillas a los espacios de terror en París o donde toque serán también capaces de ir a ver algún partido o de seguirlos por televisión. Si llega el Campeonato y llego yo, espero no ver ningún partido, aunque sólo sea por una humilde dignidad personal.

Y de nuevo me parece que ese apresuramiento tan conmovido y tan conmovedor ? lágrimas y gestos de dolor, noticias acaparadoras, tratamiento exhaustivo, telediarios desde París, declaraciones sobredimensionadas, etc, etc? - tiene no poco de gesticulación pasajera.

Y lo más grave a mi entender es otro fenómeno, paralelo, creo, pero de mucho mayor alcance: yace un niño muerto en una playa entre Grecia y Turquía y todos nos sentimos sobrecogidos hasta el paroxismo social con las alarmas a tope. Y nadie se inmuta cuando en cualquier boletín de noticias oye que cada día mueren en los campos de refugiados de África y Oriente Medio centenares de niños como ése, también ellos boca abajo por desnutrición o por simple colitis.

Ah, eso sí, por lo mismo que no hacemos caso ya de los miles de niños que mueren cada día en los campos y campamentos de medio mundo a causa del terror del hambre, de la violencia de la desnutrición y de la falta de atención sanitaria, por eso mismo también hemos olvidado ya al niño de la playa y a los miles que esperan inútilmente frente a la frontera de Europa huyendo de algún terror que les persigue a muerte.

Eso sí, ahora a tope con lo de París. Aspavientos se llama eso, si en eso se queda.

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