El mirador provinciano mira en la oscuridad de este muestro trágico tiempo. Y acierta a vislumbrar alguna de las últimas razones de los últimos sucesos: los pozos de petróleo. La palabra petroleum se usó ya en el bajo latín, derivado del griego petrelaiun (aceite de roca), empleado durante el Imperio Bizantino. Es el oro líquido que, refinado, se convierte en gasolina, nafta, queroseno o gasóleo; y últimamente vale para tantos productos que manejamos cada día. Nafta es palabra griega que significa un derivado del petróleo. En algunos países de la América Hispana se ha conservado; yo oí más de una vez en una gasolinera decir: lléneme usted el tanque de nafta. Muchos de los pozos de ese oro líquido están en Oriente Medio y hace ricos a esos países o a los que los explotan. Como consecuencia desde antiguo esos lugares y países son muy codiciados, especialmente en los tiempos modernos cuando tenemos muchas máquinas que funcionan con petróleo. Y los países que tienen muchas máquinas quieren tener mucho poder donde hay pozos de petróleo. Por eso cuando conquistan los pozos se hacen más ricos y así tienen más máquinas que necesitan más petróleo. Un círculo vicioso. Por eso a los países de esa zona a unos los derriban unos y a otros los destruyen otros, según les conviene en cada caso para tener el dominio de los pozos de petróleo. Unas veces envían aviones o tanques en una dirección y otras en otra. Y unas veces se alían para conquistarlos y otras se enfrentan para lo mismo. El mirador a veces no sabe con quién está uno y con quién el otro. Pero lo que si sabe es que todos están con los pozos de petróleo. Y sabe que las bombas, las granadas adosadas a cuerpos de suicidas, y los kalasnikof (50 millones, dicen que hay por ahí) vienen y van por la zona del petróleo. Lo cierto es que allí cerca de los pozos mueren a diario miles de inocentes y de vez en cuando también en África y en Europa porque estallan bombas en un tren o disparan granadas y kalasnikof en un bar o en una sala de fiestas o en la calle. Ayer supe que la hija joven de un profesor de París, compañero de Colegio de mi amiga, estuvo tirada en el suelo del Bataclan durante unas cinco horas, debajo de un montón de cadáveres, conteniendo la respiración para que los asesinos no descubrieran que estaba viva. Por el petróleo.
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