En la lucha contra las causas de la pobreza, no todo vale

Así apareció la noticia. "El alcalde de Salamanca, Alfonso Fernández Mañueco, ha recibido hoy en el Ayuntamiento a Soledad Suárez, presidenta nacional de Manos Unidas; José Luis Pinilla, secretario general de la Conferencia Episcopal de Migración; José Palazón, presidente de la Asociación Pro Derechos de la Infancia; y Manuel Muíños, presidente de Proyecto Hombre Salamanca, quienes participan en el Día de la Solidaridad 2015. Fernández Mañueco ha destacado que estas cuatro personas son un ejemplo porque han hecho de la solidaridad su vocación. Ha añadido que la ciudad les recibe con los brazos abiertos y se siente orgullosa de acoger a personas que dedican su vida a los demás. El alcalde ha destacado que Salamanca es una Ciudad Solidaria y comprometida con las personas con más dificultades. Ofrece una política de vivienda para llegar a todos, ayudas económicas para comprar productos básicos y servicios sociales para atender las diferentes necesidades".

Esta es la noticia de un medio de comunicación de salamanca en esta semana pasada. Vaya para todas estas personas mi máximo reconocimiento y admiración. Pero dicho esto, me preocupa hasta la vergüenza la utilización de estos compromisos de personas y colectivos que trabajan o coordinan esfuerzos de muchas gentes en la lucha contra la pobreza, por parte de estructuras políticas, de Instituciones políticas, de personas en la política, de medios al servicio de una política concreta que son causa directa de estas y tantas situaciones de exclusión, de marginación y empobrecimiento. ¿Tanto cuesta reconocer que con la manera de actuar los sistema públicos no estamos acertando, ni hacemos los esfuerzos que corresponden para hacer frente al empobrecimiento de nuestra ciudad y pueblos? La solidaridad no es una actitud y una realidad para utilizar públicamente de forma vacía.

El sistema socio político y económico en el que se sostienen este tipo de políticas y defienden ellos mismos con estructuras económicas y sociales injustas; lamentablemente, no puede sobrevivir sin marginar, sin excluir, sin empobrecer. Hay pobres porque hay ricos; y quienes como la Diputación y el Ayuntamiento y tantos otras maneras de hacer de organismos públicos y privados, utilizan estas iniciativas solidarias para dar una falsa imagen, no son más que piedra de escándalo e hipocresía. Y ante esta situación, solamente procede agachar la cabeza y reflexionar para actuar de otra manera y tomar otros caminos.

Debemos escuchar, dejarnos interpelar y admirar a estas personas tan comprometidas y sobre todo a quienes coordinan y defienden en el "barro" y la lucha de cada día; pero, probablemente, nunca podremos justificar maneras de proceder tan alejadas de poder conseguir dignidad humana...Asi, no creo que ayudemos en la lucha contra el empobrecimiento. No creo que este sea el camino.

Los derechos innegociables de muchas personas son ignorados por la mayoría de nuestras Instituciones más cercanas. La precariedad en un grupo importante de familias de la ciudad y provincia tiene, en demasiados casos que constatamos cada día, difícil o imposible acceso a una vida digna. Comida, trabajo, techo, vivienda, acceso a la salud o a la educación, aparecen como derechos imposibles para estas personas y colectivos. Y, por el contrario, mientras, menos del 10% de la población salmantina tiene más del 50% de la riqueza de la capital y provincia. Y se les sigue defendiendo y apoyando en demasiadas ocasiones. Está claro, el tiempo lo va señalando, de parte de quien están.

Expulsamos a inmigrantes. Se desarrollan y apoyan con mucho miedo servicios sociales, pero no se trabajan los derechos sociales. Se nos llena la boca con medidas contra la pobreza, pero las ayudas son precarias y nunca contra la riqueza y por el reparto de la riqueza; causa principal de esta pobreza.

Y, pensando en la dignidad de tantas personas, barrios y pueblos, que entre nosotros están sufriendo y abocados a un retorno imposible; constatamos que los presupuestos y medidas eficaces y desde abajo, contando con los propios colectivos y la población de barrios y pueblos, son mínimos en comparación con los dedicados a otras partidas y objetivos; así como el apoyo a leyes que expolian y empobrecen y que cada vez de forma más evidente y dolorosa están acabando con las esperanzas de muchas personas. Demasiadas.

De la pobreza, solamente, se puede hacer indignación, reivindicación y justicia, creo que es nuestra obligación y es el derecho de los empobrecidos. No les utilicemos para justificar medidas políticas, sueldos políticos "intragables" y escandalosos, o estrategias de comunicación inaceptables. Es tiempo de luchar contra las causas y no todo vale. Seré el primero en hacer mías estas reflexiones con mucha más fuerza y energía.