El plástico de la vergüenza

Es verdad, la Plaza Mayor de Salamanca no se merece esto. Es más, se trata de un medallón que se fabricó por suscripción popular, y estos mismos vándalos y la inmensa minoría que está detrás de ellos insinúan que fue la "suscripción del miedo". Todo el mundo aportó voluntariamente lo que pudo, aun quitándoselo de comer, pero Franco merecería tal distinción. Lo que no me explico es por qué aceptó tal honor con la pobreza ambiente. Por qué tal vanidad. No lo sé, quizá como era poco dictador estuvo mal aconsejado.

Tomo un libro de esos de primeros auxilios, ¡para qué profundizar más!, y encuentro que las razones de peso para merecer un medallón en la Historia está destinada a personajes de estas cuatro categorías: monarcas, sabios, capitanes y santos. La primera no la cumple nuestro personaje, pero las otras tres, a pesar de haber transcurrido cuarenta años, no nos atrevemos a decir "que no" por si resucita, y disculpen la broma.

Pero vayamos a la primera, esa que tan ligeramente hemos dicho que el caudillo, don Francisco Franco Bahamonde, no la cumplía. Y es verdad, no la cumplía porque no era monarca. Pero me pregunto: Si él no tenía nadie por encima, ¿era necesario que la cumpliera? Esto nos lleva a asegurar que sí, que cumple las cuatro razones. Y alguna más y de mayor altura? y me explico, ya que por edad puedo contribuir a que se sepa, pues la confusión de nosotros, los niños de aquellos años, no era otra que conocer quién mandaba más: ¿Dios o Franco? Esto es verídico. Y no crean que la pregunta para algunos maestros era fácil de responder, ya que aquello no era para decir uno u otro, sino que había que explicarlo? "aquí en la Tierra manda Franco y allá en el cielo manda Dios", y no es coña, ¡eh!

Pero para que no sea sólo mi palabra contra la mía, vamos a relatar una anécdota que le ocurrió a nuestro general en una ocasión en la que echó en falta un monarca. Y como casi todo lo que se conoce de la Familia Real es parte de la memoria de Jaime Peñafiel, nos enteramos por él que Franco tuvo enormes deseos de recibir el Toisón de oro, casi una obsesión, pero se trataba de una distinción que sólo la podía y la puede conceder el Rey. Por tanto, faltaba un monarca, pero Franco presumía que tal ofrecimiento se lo había hecho llegar don Juan, padre de don Juan Carlos, que al tratarse de "un pretendiente a la Corona que ni es ni ha sido ni espero que sea nunca rey", -son palabras de Franco a su primo Francisco Franco Salgado Araújo- "no lo acepto".

Sin embargo, antes de morir, para halagarle y que Franco tuviera su Toisón, hubo que realizar un apaño muy surrealista utilizando a don Jaime, el hijo sordomudo de Alfonso XIII, legítimo sucesor de la Corona hasta que su padre le pidió que renunciara a su derecho, el cual "en el transcurso de una audiencia con Franco en el Palacio de El Pardo, en la que le acompañaba su hijo Alfonso de Borbón (quien posteriormente se casó con Carmen Martínez Bordiú-Franco), entró en el despacho portando un estuche de piel con un Toisón dentro, y que sin abrirlo y sin el menor comentario Franco se lo pasó al jefe de la Casa Civil, Fuertes de Villavicencio"... "Esto creó una gran tensión en Juan Carlos, ya que sólo su padre lo podía conceder como jefe de la Casa Real". Ya se saben las vicisitudes, incluso económicas, por las que pasaba el infante Jaime y familia. Y observemos que, si ni siquiera lo abrió Franco, ¿esto fue una concesión o una exigencia?

Para finalizar, debo decir con todo respeto y cariño que a mí poco o nada me debe importar que una parte de próximos estuvieran del lado de Franco, llamados entonces los nacionales, pues en zonas rurales estar en un bando u otro fue en muchos casos una circunstancia económica, religiosa o territorial que te tocaba y no había lugar para la reflexión. Sin embargo, hoy sí, en democracia se puede reflexionar y como el capitán es el último que sale en caso de naufragio, en la actualidad Franco no se merece ningún honor mientras existan 100.000 españoles en las cunetas.

Hay que acabar con esos mitos de humildad, generosidad y nada de apego al dinero o a las prebendas que se dan alrededor de la figura de Franco. A Franco le hemos visto bajo palio, sabemos que dejó un gran capital a su familia y hasta le hemos visto encorvado con su traje de gala por el peso de las medallas. Eso significa que no podemos decir de su persona que "de vanidades tuvo las justas", sino que fue un ser muy vanidoso.

No obstante, cambiando de tema, con toda sinceridad lo digo, ni él ni nadie merece aquella agonía que le llevó a la muerte mientras un familiar suyo (dixit Peñafiel, que las publicó) realizaba fotografías para venderlas a una revista.