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Un burro, flores y luz, reciben a Teresa
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CAMINO DE UN CENTENAR DE REPRESENTACIONES

Un burro, flores y luz, reciben a Teresa

Actualizado 23/11/2015
Redacción

VILLARINO | El grupo Lazarillo de Tormes, de la ONCE, puso en escena en la iglesia parroquial la obra 'Teresa, jardinera de la luz'

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Todo es peculiar en Villarino de los Aires. Este conocido pueblo de nuestra provincia salmantina, es denominado como "la puerta de Las Arribes", Por tanto nos da la entrada a una de las comarcas más bellas de la zona; parque natural protegido y de gran interés turístico en los últimos tiempos. Villarino es un pueblo situado casi en la linde portuguesa y apartado de cualquier ruta conocida. Quizá por ello podamos señalar su particular arquitectura, un lenguaje propio mezcla de dialectos leoneses y castellanos, cultivos que parecen mas bien mediterráneos por su especial microclima, como son la vid y el olivo y una famosa central hidroeléctrica que da luz a un extenso territorio para lo cual se abastece de la impresionante presa del salto de Almendra, que recoge las aguas del Tormes, para entregarlas las al Duero.

Su nombre nos habla de sus orígenes. Villar significa pueblo en el antiguo dialecto leonés y unido al sufijo 'ino', da lugar a este topónimo. Conserva desde hace siglos, una especie de dialecto llamado ribereño que queda plasmado en su conocidísima canción de El burro de Villarino. Haciendo honor al animalito en cuestión, una simpática estatua del mismo, vive feliz en su cuerpo de granito, en unos jardines de este su pueblo. Sus preciosas casas de sillares de piedra adornan sus fachadas con grandes balcones repletos de flores que techan la entrada flanqueada de poyetes y las aguas de su embalse de Almendra traduce en luz toda la fuerza que produce su enorme Salto.

Flores y luz para una jardinera que lleva consigo la suya propia y que nace de su ser interior sin que ningún progreso del ser humano esté por encima de ella. Teresa, la jardinera de la luz, llega a la iglesia de este pueblo que le ofrece un contexto precioso que encaja en su esencia como un guante sin costuras, al igual que los magníficos hábitos del XVI, transforman de forma magistral a un grupo de actrices, en monjas de aquella época.

Al igual que el dialecto ribereño se ha hecho famoso con la conocida cancioncilla popular de la zona, el latín con el que cantan las monjas carmelitas el Kirie con el que entran en la iglesia, parece ser el único lenguaje posible para entonarlo y que todo el mundo lo entienda desde el corazón. Ellas llegan para esbozar ante el padre dominico que la injuria desde el púlpito, una figura de mujer dura como las piedras de la iglesia y las casas del pueblo, pero que ha sabido regarlas con su luz como si fueran las flores llenas de vida y color que la defienden con valentía ante la oscuridad de aquel hombre.

Como en las fiestas tradicionales de los pueblos, llenas de alegría y entusiasmo ante la vida, estas carmelitas nos muestran la cara cotidiana de la vida en cualquier convento en los que también vivió Teresa de Jesús y que nos descubre una faceta sorprendente y desconocida de estas mujeres, por simpática y normal. Son capaces de reñir y discutir, pero también de bromear o ironizar. Y al mismo tiempo pueden recitar de forma apasionada y sincera los bellos poemas de amor a Dios, escritos por su madre, al mismo tiempo que se enfrentan sin miedo a un inquisidor que las amenaza por seguir su ejemplo. Todo esto se sintetiza en un texto que Denis Rafter ha conseguido redondear en un guión de poco más de una hora, y que consigue transportarnos al siglo XVI de la carmelita. Imaginamos a las mulas de sus monjas, atadas fuera de la iglesia como el famoso burro del pueblo está en sus jardines como si fuera de carne y hueso y no de piedra. Y es que hay cosas que se convierten en universales por perdurables en el tiempo, sobre todo cuando el ser humano entiende su esencia divina.

Los espectadores de la tarde del sábado, 21 de noviembre en Villarino, no sólo pusieron el marco de su iglesia a esta representación tan hermosa, sino que con su silenciosa y a la vez risueña presencia se integraron junto con su paisaje de vino y aceite, de flores, agua y luz, a los actores del grupo Lazarillo de Tormes de la ONCE, que tan profesionalmente han dado ha conocer este gran personaje que es Teresa de Jesús. No sólo les avala la cantidad de localidades visitadas, sino también la calidad y calidez de sus habitantes para con ellos y su trabajo.

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