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Mi vecino del quinto
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Mi vecino del quinto

Actualizado 22/11/2015
@santiriesco

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Es tan futbolero como yo o más. Aunque no haya tenido la suerte de ser del Atleti. Tiene dos hijos que van al mismo colegio que las mías y le gusta mucho viajar. Mi vecino es un tío detallista y amable, creo que de todo el bloque, el que más. Es propietario de una tienda de ropa y, cuando han nacido mis niñas, nos ha traído un detalle como muestra de amistad. Nunca protesta en las abominables reuniones de vecinos. Cuando le ha tocado ser el presidente de la comunidad ha hecho algunos arreglos que llevaban años pendientes. Y los ha pagado de su bolsillo, sin pedir un céntimo a los demás. Mi vecino del quinto es un tipo en extremo educado. Yo intento discutir con él, pero no hay manera de pillarle descolocado. A pesar de que es de otro equipo siempre está atento al mío y se sabe el resultado. Cada mañana nos saludamos al llevar a los críos al cole. Y charlamos. Mi vecino, que es casi un amigo, rondará mi edad. Se llama Taher y es musulmán. Tiene pasaporte español, pero es de Bagdag.

Esta semana, con el atentado de París, la conversación tenía que salir. Dejamos a los niños en la escuela y, antes de subirme a la moto, me agarra del brazo y me suelta: "Tengo que contarte algo". Y claro, a mí me extraña mucho. Porque somos muy de charla informal. De cambiar frases de fútbol, política y viajes, incluso de nuestros trabajos, de los niños y de la fe. Pero el tono y la cara con que me lo dijo me frenó en seco. "¿Qué ocurre, Taher?" Me miró a los ojos y con un tono concentrado y hasta solemne, rodeados de padres corriendo para no llegar tarde al trabajo, me suelta muy serio: "Que ya no creo en Dios". Así. De repente. A las nueve de la mañana. Con el paso de cebra atestado y el atasco diario de los curritos del barrio. "¿Cómo?", le digo sin acabar muy bien de entender lo que me está diciendo y casi buscando ?aunque de soslayo- una cámara oculta por si me está vacilando. "Que ya no creo en Dios, Santiago", repite corroborando. Y me quedo estupefacto. Por la confesión y por el sitio y por el momento elegido.

Y me explica que ya lo venía barruntando, que lo de París sólo ha sido la gota que ha colmado el vaso, que no hay nada, que después está el vacío. Y que en Navidades se va a Irak con Shayma y con los críos a ver a su familia. Que no le da miedo. Que ya está decidido. Y me deja tan cortado que sólo se me ocurre decirle que se lo piense, que tranquilo, que aún falta más de un mes y que los terroristas no creen en nada que no tenga que ver con su fanatismo. Le digo, con la calma que no tengo, que ya hablaremos largo y tendido. Y cuando me estoy despidiendo, como un grito, pero en bajito, le digo para que me oiga bien: "Taher, hay dos cosas en las que no puedo dejar de creer. Una es Dios y la otra es el Atleti". Y nos fuimos igual de preocupados, pero sonriendo un poquito.

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