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Ojo por ojo
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Ojo por ojo

Actualizado 19/11/2015
Abel Sánchez

Sophie vive en París; ha cumplido unos esplendorosos dieciocho años y está llena de vitalidad, de ganas de comerse el mundo. Este año ha comenzado sus estudios universitarios y también ha comenzado a participar de forma activa en diversos movimientos sociales; es una mujer consciente de su condición, preocupada por lo que sucede a su alrededor, amiga de sus amigos, alegre, divertida, culta y preparada. Hija de una familia trabajadora sabe que tiene suerte de vivir en una sociedad avanzada, democrática, en la que todas las personas son iguales.

[Img #482613]Hoy está especialmente radiante, va a celebrar su cumpleaños con su grupo, cenarán algo en cualquier sitio y después seguirán bailando y disfrutando hasta que el cuerpo aguante. Tiene todo el futuro por delante y grandes sueños.

Hoy, sin embargo, terminan de golpe sus sueños y su futuro. Unos desalmados han segado su vida, en nombre de un dios implacable se toman el derecho de decidir sobre la vida y la muerte, de alentar un macabro viento de odio. No conocían a Sophie, no les importa Sophie, ella ha muerto por el pecado de haber nacido en el lugar en el que ha nacido, de estar en el lugar y en el momento inadecuados, es solo un daño colateral de una guerra fanática e inhumana.

El presidente de su país (que es el país que puede enorgullecerse de ser la cuna de los más altos principios y valores humanos, el que ha legado al mundo la más hermosa y más repetida sucesión de palabras, "liberté, egalité, fraternité"), ha decidido que lo mejor que puede hacer es devolver golpe por golpe, odio por odio, ojo por ojo, y por eso ha ordenado el bombardeo de una ciudad llamada Al-Raqqa, que se encuentra en Siria y que según nos dicen es el principal bastión de los terroristas. Sabe que esta forma de actuar no soluciona nada, pero consigue aparecer ante la opinión pública como un dirigente duro, acallando así las críticas que le califican de pusilánime, y así se posiciona políticamente; cuenta con el apoyo de sus aliados, que están dispuestos a que asumamos la lógica que satiriza en su dibujo de hoy en El País el genial Roto ("La solución a las bombas son los bombardeos, es lógico"), y que ya ha demostrado su validez en las repetidas actuaciones occidentales en Irak, en Afganistan, en la propia Siria y en tantos y tantos sitios.

Sara vive en Al-Raqqa; también cumple hoy dieciocho años. Ella no es feliz, ni siquiera se cuestiona que tenga derecho a serlo, su condición de mujer la convierte en un ser inferior, debe obediencia y sumisión a los hombres de su familia, primero a su padres y ahora a su marido, un fanático con el que la han casado sin preguntar, como es natural. No es una mujer preparada, apenas sabe leer y escribir, ni conoce el mundo que la rodea porque no tiene acceso a la información. Tampoco tiene un futuro por delante, su vida está decidida, su camino marcado. No podrá celebrar su cumpleaños con sus amigos, porque no se le permite tener amigos, hoy será un día más de duro trabajo. Pero Sara sí que tiene sueños, aunque sus sueños no se refieran a ella misma sino al hijo que tendrá dentro de unos pocos meses; todos su anhelos, sus esperanzas, están puestas en ese hijo (ojalá no sea una niña que tenga que sufrir lo que lleva sufrido ella) que ya empieza a crecer en su vientre. No es feliz, pero está ilusionada, quizá sus hijos y los hijos de sus hijos puedan vivir en un mundo mejor, más humano, sin tanta violencia.

Pero Sara tampoco podrá vivir para saber si se cumplirán sus sueños. Un proyectil lanzado desde un bombardero francés ha acabado con su vida; no la buscaban a ella, parece que su destino era una base de entrenamiento; los que ordenaron el bombardeo no conocen a Sara, no les importa Sara, ella ha muerto por el pecado de haber nacido en el lugar en el que ha nacido, de estar en el lugar y en el momento inadecuados, es solo un daño colateral de una guerra fanática e inhumana.

Pero Sara ha tenido suerte, porque la bomba que la ha matado era una bomba democrática, una bomba que garantiza la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Esta claro que existe una gran diferencia. ¿O no?

¡NO A LA GUERRA!

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