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Pensando en las musarañas I
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Pensando en las musarañas I

Actualizado 16/11/2015
Javier González Alonso

En muchas ocasiones me reprocha Ana, mi pareja, que me quedo con la vista fija en el infinito, mirando hacia nadie sabe dónde, porque, es verdad, no estoy mirando nada concreto, dejo vagar la mente, sin detenerla en ningún pensamiento en particular. Si vemos a alguien así, solemos decir que está "Pensando en las musarañas". Estos pequeños mamones, mamíferos, son habituales en nuestros campos en épocas de clima benigno, refugiándose dentro de las edificaciones humanas durante los fríos inviernos. Siendo como son, muy parecidos a los ratones de campo, nada tienen que ver con ellos, pues son insectívoros, y los mamíferos más pequeños del planeta, pues algunas de ellas no llegan a los 3 gramos de peso. Muy llamativos por sus rápidos movimientos, siempre en busca de comida, pueden llegar a morir si pasan más de cuatro horas sin comer, y hay quien razona que ese es el origen de la expresión, porque los agricultores se entretenían viendo cómo se movían, dejando de lado el trabajo.

¿Qué hay "entre Pinto y Valdemoro" para que tanta gente lo conozca? Ambos municipios se encuentran en el sur de Madrid, estando separados por 7 escasos kilómetros. Según me contaron los lugareños, en cierta ocasión en la que estuve trabajando en su EDAR, en el pueblo cuentan que el dicho viene de cierta vez en que un borracho iba caminando de Valdemoro a Pinto y, al cruzar el puente sobre el riachuelo que separa ambas localidades, empezó a bailar, dando pasos para delante y para atrás, cantando: "ahora estoy en Pinto, ahora en Valdemoro; ahora estoy en Pinto, ahora en Valdemoro?". Pero el alcohol hizo que el hombre terminara cayendo al agua, por lo que acabo diciendo "ahora estoy entre Pinto y Valdemoro". Graciosa leyenda, pero no existe, ni existió nunca, ningún arroyo que separe ambos pueblos. Parece ser que fue durante la visita de Fernando III, el Santo, para revisar las marcas que se estaban colocando para el deslinde entre ambos municipios, cuando en la Corte preguntaban por la situación del rey se respondía de esa manera, quedando la expresión como una referencia a la duda que surge entre dos opciones.

Úbeda, una de las múltiples localidades de la provincia de Jaén, además de ser el lugar de nacimiento de Joaquín Sabina, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, junto a su hermana Baeza, por el maravilloso conjunto monumental que forman sus palacios e iglesias renacentistas comparada, en ocasiones, con algunas ciudades italianas. Centro neurálgico de la industria aceitera de nuestro país, produce el 15% del aceite de oliva del total mundial y es llamada "la ciudad de los cerros", por estar rodeada de ellos. Durante la reconquista de la ciudad, allá por el año 1233, uno de los capitanes más importantes del anteriormente mencionado Fernando III, Álvar Fáñez, desapareció con sus hombres justo antes de entrar en combate, reapareciendo cuando ya había vuelto a manos cristianas. Enterado el rey de esa actitud, y al preguntarle al respecto, el general contestó que se había perdido "por los cerros de Úbeda". La retranca estaba servida, porque estas colinas no son lo suficientemente grandes como para perderse. Hay que saber que una segunda versión dice que nuestro hombre se había enamorado de una mora, y estaba citado con ella a la misma hora que el ataque.

Ordoños, Ramiros, Alfonsos y Fernandos, reyes todos ellos de León y/o Asturias, cuando querían aislarse de las intrigas de la Corte, acuciados por las ambiciones de nobles y prelados, empeñados como estaban en volver a instaurar el feudalismo, se retiraban a la comarca de Babia, en el norte de la provincia leonesa. Si alguien reclamaba al rey, fuera para lo que fuera, y este no quería saber nada, la contestación que se daba era: el rey "está en Babia", dejando claro que no se insistiera. Según otra acepción, el origen hay que buscarlo en la trashumancia de los pastores extremeños, que acudían a estos altos pastos en verano. Acostumbrados a la aridez de la meseta, dormir sobre la mullida hierba leonesa debía parecerles el paraíso, de ahí que, cuando alguno de los zagales se quedaba dormido durante el trayecto se le decía: "estás en Babia"? y no es que viviesen como reyes.

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