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Aujourd´huy, je suis français
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Por Francisco López Celador, Coronel de Infantería

Aujourd´huy, je suis français

Actualizado 16/11/2015
Francisco López Celador

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Con olor a pólvora flotando en el ambiente y con profundo dolor en el corazón, la gente de bien dirige todavía hoy su mirada y su apoyo hacia el pueblo francés brutalmente golpeado, según todos los indicios, por el terrorismo yihadista. De todos los mensajes de condena surgidos de medio mundo, quiero quedarme con las palabras del papa Francisco que, una vez más, ha sabido expresar de forma sencilla pero tajante, lo que piensa de esta barbarie terrorista: "No hay ninguna religión que pueda justificar esta forma de proceder? Más bien se trata de una Tercera Guerra Mundial, golpe a golpe". Quienes tienen experiencia en la lucha contraterrorista advierten con insistencia la falacia del yihadismo al pretender disfrazar de guerra religiosa lo que no es más que una guerra de guerrillas llevada a la ciudad.

En todo confrontación tradicional, se supone que hay dos bandos perfectamente diferenciados, un teatro de operaciones previamente elegido por quien ocupa la iniciativa ofensiva y una correlación de medios que no suponga, de antemano, la derrota segura e inmediata de uno de los contendientes. Cuando uno de los adversarios emplea como táctica los golpes terroristas, se acabó el combate tradicional y se entra en un enfrentamiento desigual en el que no existen convenios internacionales, se pretende compensar la hipotética inferioridad de medios bélicos ?no siempre real- golpeando con saña a la población civil, y donde, por desgracia, los terroristas suelen contar con el apoyo ?en armas o en fondos- de alguna potencia con intereses económicos en la zona de conflicto.

Si a todo lo anterior se une el componente seudo-religioso de quienes han sido adoctrinados para odiar a muerte al mundo occidental, hasta el extremo de auto inmolarse si con ello se ocasiona la muerte del mayor número posible de infieles, podemos llegar a la conclusión de que esta guerra debe afrontarse con una táctica y un criterio diferentes de los tradicionales. De entrada, no existe la seguridad absoluta que garantice la no vulnerabilidad de la población civil de cualquier ciudad de nuestro entorno. Ni complementando los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado con elementos de las Fuerzas Armadas. El loco iluminado envuelto en un cinturón de explosivos no suele llevar un uniforme que le delate desde lejos, y menos si para ese menester se emplea ?no sería la primera vez- a un menor de edad. Cualquier medida que pretenda obtener un grado máximo de seguridad, pasaría siempre por hacer la vida incomodísima al ciudadano que se pretende proteger. Eso lo sabe el terrorista que aprovecha cada momento en que se baja la guardia.

Entonces ¿esto no tiene solución? Desde luego que sí. Bien es verdad que, en distintas condiciones, en España ya tenemos experiencia a la hora de derrotar al terrorismo. Para ello han sido necesarios algunos requisitos. En primer lugar, el empleo de procedimientos legítimos; cuando se ha tratado de emplear la guerra sucia, los resultados han dado alas al bando terrorista. También resulta imprescindible la unión sin reservas del bando que sufre los zarpazos criminales. La condena debe ser sincera, inmediata y sin condiciones. O se está con las víctimas o se está contra ellas. Por último, algo clásico del terrorismo es pretender negociar cuando está en inferioridad, sin ánimo de arrepentimiento y con miras a ganar tiempo.

Para combatir el terrorismo yihadista hay pasos que ya se tenían que haber dado. El primero de ellos con los países islamistas que hasta este momento no se han comprometido sinceramente en este problema. Después, extremando el control exhaustivo de aquellos jóvenes occidentales captados por el yihadismo y que, como se está demostrando, tienen mucho que ver en la responsabilidad de los últimos atentados. Es cierto que se ha avanzado mucho en este campo, deteniendo a varios cientos antes de acudir a los campos de entrenamiento, o a su regreso, pero la realidad nos dice que se debe perfeccionar el método. Por último, a estas alturas, la solución del problema pasa por una ayuda comprometida a los países musulmanes que carecen de lo más indispensable para poder subsistir, pero también por una rápida intervención armada en los lugares ya ocupados por el terrorismo. No debe cegarnos la creencia de que esos territorios son empleados únicamente como bases de entrenamiento; el yihadismo busca, lisa y llanamente, la expansión del mundo islamista con la ocupación del mundo occidental. Si las potencias que sufren el embate terrorista se frenan ante el temor a las represalias, la batalla estará perdida de antemano. Por el contrario, una respuesta contundente, selectiva y consensuada, podrá ocasionar momentos difíciles, pero, a la larga, será eficaz.

No quisiera terminar estas palabras sin expresar mi sentimiento de dolor hacia las víctimas de los atentados de París, hacia sus familiares y hacia ese gran pueblo francés que, ante la rabia y el dolor, se olvida del miedo y rompe el silencio entonando la Marsellesa. Hoy soy francés.

Francisco López Celador

Teniente coronel de Infantería (R)

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