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La Diócesis
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La Diócesis

Actualizado 15/11/2015
José Román Flecha

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En muchos lugares, el tercer domingo del mes de noviembre suele celebrarse el Día de la Iglesia Diocesana. Evidentemente, hay circunstancias que pueden aconsejar celebrar en otra fecha esta importante conmemoración. Lo importante es que los católicos tengamos una idea clara de lo que significa pertenecer a una diócesis concreta.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos presenta la diócesis como "una comunidad de fieles cristianos en comunión en la fe y en los sacramentos con su obispo ordenado en la sucesión apostólica". Esta presentación refleja la vida de una comunidad con más viveza que la definición de tipo territorial que nos ofrece el Diccionario.

Y quizá ahí se puede ya descubrir uno de los problemas que afectan al pueblo de Dios cuando se menciona la diócesis. Con demasiada frecuencia nos fijamos más en los límites del territorio que en la vida, la memoria, los sueños y las esperanzas de los creyentes en Jesucristo que viven y trabajan en ese territorio.

Una Iglesia Diocesana es una comunidad cristiana que ha descubierto su vocación de vivir en la unidad de la fe, en el anhelo de la esperanza, en el servicio de la caridad. Una comunidad que, guiada por el Espíritu Santo, trata de vivir y anunciar los valores que el Padre nos ha revelado en Jesucristo.

Una diócesis es una comunidad de fieles que, unidos a su pastor, camina por el mundo tratando de seguir a Jesús. Y que sabe que para seguir a su Maestro ha de aprender cada día a "salir" de sí misma para ir al encuentro de los hombres y mujeres que viven en las periferias existenciales de este mundo. Así lo repite una y otra vez el Papa Francisco.

Así pues, la identidad de una Iglesia Diocesana se manifiesta en la comunión que mantiene y celebra para llevar a cabo la misión que le ha sido confiada. O dicho de una forma más casera y familiar, el "ser" de una diócesis se manifiesta en su "hacer". No en vano trata de seguir al Maestro, que no vivo a ser servido sino a servir.

No es ociosa esa referencia familiar. De hecho, los cristianos católicos vemos la diócesis más como una familia que como una estructura administrativa. O, al menos, eso es lo que hemos de procurar. Nos gozamos de pertenecer a esta familia de fe. Le agradecemos este don inmerecido y procuramos responder a él con generosidad.

"Amor con amor se paga", dice el refrán. A la fe con fe se corresponde. Y a la esperanza recibida se colabora con el gozo de una esperanza compartida en la misión a todas las gentes del ancho mundo. Y, antes que nada y antes que nadie, en la misión y el servicio a las personas que están más cerca de nosotros.

Que la celebración del día de la Iglesia Diocesana nos ayude a conocerla más y mejor. Que nos lleve a preguntarnos por sus prioridades apostólicas y por los caminos de misión en los que se refleja su fe y su vida. Y que nos motive para colaborar con lo mejor de nuestras fuerzas y en la posibilidad de nuestros medios.

José-Román Flecha Andrés

EL MENSAJE DE LA HIGUERA

Domingo 33 del Tiempo Ordinario. B

"Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua". En la primera lectura de la misa de hoy el libro profético de Daniel anuncia el tiempo de la resurrección (Dan 12, 1-3).

Nos es difícil imaginar ese tiempo futuro que anunciaron los profetas. Pero el texto nos dice, al menos, que la venida del Señor será al mismo tiempo un momento de juicio y de salvación. A la libertad humana ha sido confiada la posibilidad y la responsabilidad de decidir.

El futuro que nos ha sido prometido no puede arrancarnos del presente. Al contrario, lo convierte en ocasión y escenario para nuestro compromiso de fe y de caridad. El futuro al que nos orienta la virtud de la esperanza se va preparando en este presente, marcado por la virtud de la paciencia.

TRES GRANDES VALORES

También el evangelio que hoy se proclama nos invita a mirar confiadamente al futuro (Mc 13, 24-32). Como en muchas otras ocasiones, también en esta profecía podemos fijar nuestra atención en tres protagonistas y los tres grandes valores que representan:

? En el centro del mensaje se anuncia la venida del Hijo del hombre. Su llegada sobre las nubes indica su divinidad. El poder y la majestad del final evocan el poder y la majestad que hicieron posible la creación en el principio.

? Protagonistas son también el sol, la luna, las estrellas y los astros del cielo. Bien sabemos que los astros eran divinizados y adorados en el mundo pagano. Por tanto, la Venida del Señor no significa el fin del mundo, sino el fin de un mundo que ha sido marcado por el peso de nuestras frecuentes idolatrías.

? Además el texto anuncia que los ángeles reunirán a los elegidos de los cuatro vientos o puntos cardinales. La venida del Señor será el signo y el inicio de una comunidad universal que ha de reunir en la verdad y en el amor a gentes procedentes de todo pueblo y toda lengua.

LA TIERRA Y SUS SEÑALES

El relato evangélico pone en boca de Jesús una breve parábola: la de la higuera que parece recobrar vida en primavera.

? "Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca". Con frecuencia se acusa a los creyentes de vivir alienados, colgados de un futuro utópico. Pero la esperanza no puede alejarnos de este mundo. Al contrario, nos exige vivir atentos a esta tierra y vivir amando esta tierra

? "Cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta". La venida del Señor es cierta, pero es incierto el momento que esperamos. La aparición de los grandes valores humanos, por humilde que parezca, es ya un signo de la presencia del Reino de Dios y de la manifestación del Señor de la historia.

- Señor Jesús, en cada eucaristía manifestamos nuestra decisión de vivir aguardando tu venida. Que la paciencia y la perseverancia sean un testimonio de la verdad de nuestra esperanza. ¡Ven, Señor Jesús! Amén

José-Román Flecha Andrés

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