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Añoranzas
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Añoranzas

Actualizado 13/11/2015
Marta Ferreira

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Avanza el año y nos hallamos en noviembre, un mes que se me antoja triste, que me lleva irremediablemente a la nostalgia, a los recuerdos, a cierta melancolía. No sé si el hecho de comenzarlo con la festividad de Todos los Santos tendrá algo que ver, quizás sí, tal vez sea imposible en esta fecha no recordar a los que ya no están y asociarlo a visitas al cementerio y lugares que, sin evitarlo, me resultan oscuros.

Salvo en esta fecha, yo nunca recuerdo a los ausentes en los malos momentos, ni en la enfermedad, ni en el duelo, porque simplemente no los recuerdo porque los tengo presentes, como parte de mi vida, en mi día a día, como si no se hubieran marchado. Tantas y tantas veces, generalmente cuando tengo dudas o se me plantean encrucijadas, también cuando me suceden alegrías y cuando necesito desahogarme?están conmigo, me acompañan y me arropan, me reconfortan. Habrá a quien le resulte curioso, y lo entiendo, pero la vida sin ellos se me habría antojado demasiado complicada, y saberlos conmigo, de esa manera, me da fuerza.

Las grandes ausencias de mi vida, hasta ahora, han sido mis abuelos. Esas personas maravillosas que han contribuido a forjar mi carácter y mi persona. Tus padres te quieren y los quieres más que a nadie, pero tienen la obligación de ocuparse y preocuparse de todas esas cuestiones fundamentales que te harán ser una persona responsable, tienen que preocuparse de las matemáticas, la lengua y la historia, de que los deberes estén hechos cada mañana, de que aunque no tengas sueño te acuestes porque hay que estar despejado a la mañana siguiente?tienen una responsabilidad única y gigantesca que les impide, de algún modo, disfrutar sólo de lo bueno de la relación.

Los abuelos no tienen que pensar en aquello para lo que ya están los padres (ellos ya lo hicieron en su día), sólo tienen que querer, que jugar, que disfrutar. Los abuelos, sin embargo (y sin buscarlo), nos dejan la mejor enseñanza de la vida, la de su ejemplo. Un abuelo te da consejos, te dice, como quién no quiere la cosa: hay que ser bueno con los demás, hay que compartir, nunca olvides a quien te ayudó, la palabra define a un hombre, quiere a tus padres que nadie te querrá más que ellos, sé bueno?y en ese maravilloso papel suyo, en el que nunca dibujas a una persona que te quiere imponer nada, de la que sólo aprecias amor y de la que recibes las enseñanzas sin saberlo, hallas los mejores ejemplos de tu vida.

En ellos no atisbas órdenes ni afán de formarte y hallas lecciones, las más importantes, aquellas que te acompañarán siempre. Mis abuelos, a los que siento siempre conmigo, a los que debo mucho de lo que soy, no estarán este domingo compartiendo buñuelos en la mesa y les echaré de menos, y me embargará un poco esa tristeza que trae consigo noviembre y que algunas veces resulta inevitable, pero me han dado tanto, me han querido tanto, he sentido, y siento, tanto su protección que?un día gris no eclipsa el arcoíris que han dibujado para siempre en mí.

Marta FERREIRA

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