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Justicia social y calidad democrática
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Profesor de Derecho Penal de la Usal

Justicia social y calidad democrática

Actualizado 07/11/2015
Julio Fernández

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Siempre he pensado que en la sociedad actual es más importante que un país tenga una buena justicia social y una adecuada calidad democrática que un producto interior bruto elevado y cotas bajas de bienestar social. Así, me resultan más atractivos países como Suecia, Noruega o Finlandia que otros como USA, China o India. Fundamentalmente porque en los primeros las bolsas de pobreza, los desequilibrios sociales, la marginalidad y la delincuencia son infinitamente menores que en los segundos y, en cambio, la confianza de los ciudadanos en el ordenamiento jurídico y en sus instituciones de gobierno, así como el respeto a las normas sociales de convivencia son mayores en los primeros que en los segundos. Dicho de otra forma, una país es socialmente menos vulnerable cuanto más se acerca a los guarismos del Estado del Bienestar. Una sociedad que cuenta con muchos maestros y médicos es más saludable que una que necesita más policías.

En un informe al que he tenido acceso esta semana se asegura que España suspende claramente en justicia social y calidad democrática, ya que ocupamos el puesto 33 en la primera y el 30 en la segunda, de los 40 países analizados pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). No estamos para tirar cohetes y el gobierno debería reflexionar y ser más modesto, reconociendo la realidad y no lanzando las campanas al vuelo sobre una supuesta recuperación económica en nuestro país, cuando las estadísticas nos demuestran que no es así. Sí es cierto que a la fecha actual hay cerca de 250.000 parados menos que al final del último gobierno de Zapatero, en 2011; pero también es cierto que hay menos personas ocupadas actualmente que al comienzo de la presente legislatura (18.048.000, frente a los 18.153.000 que había al final de 2011). Como también hoy día hay menos empleos indefinidos que al comienzo de la era Rajoy (11.039.000 frente a los 11.393.600 que había) y menos empleo en la industria (2.518.900 frente a los 2.584.700). Lo que quiere decir es que, aunque haya disminuido el paro, hay menos población activa porque, por un lado, hay más españoles que han emigrado a otros países en estos 4 años y, por otro, han regresado a su país muchos de los inmigrantes que había en España hace algunos años.

El chavismo venezolano debe desaparecer y dejar paso a políticos más honestos, comprometidos con el bien común y con una mayor calidad democrática

Esto no es mas que el resultado de las políticas neoliberales que ha seguido el gobierno conservador de Rajoy y que han dejado más desprotegidos a los sectores más vulnerables de la sociedad. Después de la dictadura de Franco, con la transición política, los famosos "pactos de la Moncloa" del presidente Suárez y los gobiernos de los 80 y 90 del siglo pasado, España se fue acercando cada vez más a los países prototipo del Estado del Bienestar, pero con los recortes sociales de estos años (última etapa del gobierno Zapatero y el de Rajoy) la fractura social se ha hecho más evidente en España entre los más ricos (que son aún más poderosos) y los más pobres, que cuentan cada vez con menos recursos económicos, y se les ha limitado aún más el acceso a la educación, la sanidad y los servicios sociales (que deberían ser universales y gratuitos para todos los ciudadanos con independencia del nivel de su renta personal).

Se que muchos estarán pensando que quienes nos ofrecen este tipo de políticas en la larga campaña electoral que llevamos padeciendo durante el presente año, quieren convertir a España en otra república populista y bananera como la Venezuela "Chavista" o de "Maduro" o en la Unión Soviética Stalinista. Nada más lejos de la realidad. El chavismo venezolano debe desaparecer y dejar paso a políticos más honestos, comprometidos con el bien común y con una mayor calidad democrática y el Stalinismo fue censurado y considerado un régimen cruel, despótico y falto de honradez que utilizó al proletariado para el beneficio oligárquico de su politburó. Ya lo denunció Orwel al final de su prodigiosa fábula "Animal Farm", en la que los animales de una granja se rebelan contra su tirano dueño consiguiendo la libertad y la igualdad entre todos. Pero, al final, por desgracia, el único mandamiento que había en la granja era el de "todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros".

No confundamos la vieja y superada política Stalinista con los principios y valores socialdemócratas aplicados de forma tan brillante por Olof Palme en Suecia o por Willy Brant en la antigua República Federal Alemana, en la segunda mitad del siglo pasado y que tanto contribuyeron a la consolidación del Estado del Bienestar.

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