Concédeme, Señor, el sentido del humor

El cruel Enrique VIII condenó a muerte a Santo Tomás Moro, por no acceder a sus pretensiones de divorcio.

Un día Tomás le envió una nota al rey en la que le decía: "He cambiado de parecer en el sentido que vas a oír: en tanto que ayer había resuelto afeitarme antes de la ejecución, hoy estoy decidido a que mi barba vaya al suplicio con mi cabeza".

Y al verdugo le decía, en el momento de la ejecución:

"Por favor, déjame que pase la barba por encima del tajo, no sea que también la cortes".

Nos cuentan los biógrafos de Santo Tomás Moro que aún en los asuntos más serios y momentos más difíciles mantenía la sonrisa y el buen humor. Su misma familia era incapaz de adivinar, por la expresión de su cara, si hablaba en broma o en serio. Este fue un don que el Señor le dio y él lo hizo como lema de su vida hasta la hora de su muerte. Nada más grande que reírse de sí mismo. Risa y buen humor se dan la mano. Ríen los sencillos y enamorados de la vida, aquellos que descubren que la vida merece vivirla y celebrarla. Están tristes, sin embargo, los amagados, los violentos, los resentidos.

Ya El Pastor de Hermas recomendaba: "Arranca de ti la tristeza, porque ésta es hermana de la duda y de la impaciencia. Revístete, pues, de la alegría, que halla siempre gracia delante de Dios y le es acepta. Y ten en ella tus delicias. Porque todo hombre alegre, obra bien y menosprecia la tristeza".

"En mi casa no quiero tristezas?La alegría cristiana de vivir, es un don de Dios que fluye de la buena conciencia" (San Felipe Neri).

Los niños son los maestros de la alegría, de esa sonrisa franca, interna, pura y sincera. Los pequeños, del mismo modo que disfrutan y se entusiasman con todo lo que contemplan, así tienen la facilidad de contagiar con el candor de su sonrisa.

Santo Tomás Moro nos dejó una bella oración para pedir el buen humor: "Concédeme, oh Señor, una buena digestión, y también algo que digerir?Dios mío, concédeme el sentido del humor. Concédeme la gracia de saber comprender las bromas, para que saboree un poco la felicidad en la vida, y sepa transmitírsela a los demás.