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"Ni iPod ni iPad"
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"Ni iPod ni iPad"

Actualizado 04/11/2015
Ana Higles

Tenía que reconocer que muchas de aquellas expresiones heredadas no tenían demasiado sentido, pero había otras que encerraban más filosofía que cualquier gran obra de Aristóteles. Si los grandes pensadores clásicos hubieran sido madres, sus enseñanzas habrían sido mucho más pragmáticas, útiles y, ni que decir tiene, comprensibles. Platón se hubiera dejado de mitos de cavernas y cavernos y habría buscado una forma clarita de justificar por qué las cosas aparecen sólo cuando una madre las busca. Cuando María escuchaba a sus compañeros de trabajo soltando un latinajo, citando un pasaje de un libro o recordando que "el hombre era un lobo para el hombre", a ella le daban ganas de gritarles la mejor reflexión que había escuchado nunca: "Para presumir hay que sufrir".

[Img #341642]Aún le picaba la cabeza cuando recordaba a su madre quitándole los pelillos del entrecejo con unas pinzas que María ?Maruxa, como la llamaba su abuela Antonia "la Genio"? temía más que a una navaja suiza. Cuando llegaba a casa y su madre se acercaba mirándola a la cara, que no a los ojos, sabía que se avecinaba el martirio del mes. "La imagen es el 50% de la persona", era la premisa de su madre. María odiaba profundamente aquella frase. No tenía ni idea de filosofía, pedagogía, psicología o parapsicología, pero tenía claro que una persona valía más por lo que escondía que por lo que dejaba ver.

Lo había aprendido del cine y se lo habían confirmado tantas y tantas obras en las que descubría dobles, triples y múltiples interpretaciones más allá de la aparente. La imagen era eso, apariencia, lo primero que entraba por los ojos. Pero después iba el sentido del humor, la conversación inteligente, la sinceridad, la honradez, el buen hacer, la confianza? Podías ser Mister Universo y no valer ni medio insulto.

Decía una canción de Pasión Vega que el mundo de la mujer era su casa, su patria la cocina y se le venía encima. Hacía un tiempo que María se sentía un poco así. Lo peor era que no sabía a qué se debía. Se dio cuenta un día en que, haciendo su "paseíllo", no encontró una sonrisa reflejada en los espejos del pasillo. Por qué había dejado de sentirse triunfal si era la misma rutina de siempre, sus hijos desatendían sus órdenes con la misma entrega y el look de Reina de su Casa estaba más impecable que nunca ahora que había conseguido quitarle el lamparón de tomate frito al mandil de folclórica.

Había visto un vídeo en "er" Youtube en el que una voz con acento sudamericano decía algo así como que los pensamientos negativos atraían energías negativas. No le inspiraban mucha confianza las enseñanzas místicas dictadas con esa cadencia melodiosa, pero tenía que reconocer que se colaba hasta el tuétano mental y acababa sumiéndola en una especie de inconsciencia que le dejaba los brazos medio muertos, los ojos pegados a los párpados y la cabeza en un estado de tontería inducida que, evidentemente, conducía a la relajación.

Fuera como fuese, siempre hay algo de verdad en la mentira.

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