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Misericordia y resiliencia, haciendo de la fragilidad una riqueza
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Misericordia y resiliencia, haciendo de la fragilidad una riqueza

Actualizado 04/11/2015
Juan Antonio Mateos Pérez

[Img #469623]Queremos seguir hablando de misericordia, palabra extraña en el vocabulario de nuestra cotidianidad, es más que compasión, es la capacidad de identificarse con el otro y a la vez poder liberar al que sufre. Estamos aprendiendo que los pobres de este mundo no interesan a nadie, no interesan al poder, ni los partidos, ni las multinacionales, ni los gobiernos, ni las organizaciones internacionales. Ahí están en nuestras fronteras llamando a la puerta miles de refugiados, cientos de personas que huyen de la guerra, que sufren, que viven a la intemperie en un lugar de nadie, alejados de todo hogar y vida familiar, hacia una realidad desconocida y muy difícil. Tienen en contra todo, ni siquiera se les quiere mirar. En un mundo que sabe de tantas cosas, que vive en la abundancia y en la fiesta constante, no quiere saber de los crucificados. La única manera de descubrir la verdad es mirarla cara a cara, superar nuestras cegueras y miedos, entonces comenzaremos a ver esa realidad, la esperanza que albergan todos esos refugiados, que a pesar de las dificultades despliegan optimismo y creatividad.

San Agustín en sus confesiones, nos regala una biografía del alma, «A ti la alabanza y la gloria, ¡oh Dios, fuente de las misericordias! Yo me hacía cada vez más miserable y tú te me hacías más cercano». La misericordia deberá ser una realidad a recuperar en nuestras sociedades, pensar y practicar desde ese amor que nos acerca a los más necesitados, a los olvidados del mundo, poder reaccionar, ver esa realidad que se nos oculta y poder transformarla. Hemos reflexionado sobre otros nombres que hablan de la misericordia, la justicia, la solidaridad, la responsabilidad, la inclusión, son realidades que hacen más habitable el mundo y, que pueden acercarnos a esa realidad amorosa que proviene de Dios y a Dios vuelve. Antes de seguir, quisiera recordar aquellas palabras de Charles Péguy, «Dios ha tomado la iniciativa. Es él quien ha empezado... Dios ha puesto su confianza en nosotros. ¿Quiere decir eso entonces que nosotros, por el contrario, no confiábamos bastante en él?» En medio de nuestras realidades difíciles y oscuras de la pobreza y dolores de nuestro mundo, pervive la esperanza que todavía queda su Palabra.

Una palabra que hoy habla de la misericordia es la resiliencia, que no tiene fácil definición. Se utilizaba mucho en ingeniería, sería como una mezcla de resistencia y elasticidad. En educación hace referencia a la capacidad para superar la adversidad, aquellas personas que son capaces de enfrentarse con éxito a unas condiciones adversas (pobreza, guerras, exilios, orfandad, catástrofes) y que pueden superar esa adversidad. Como animado lector de Boris Cyrulnik, en sus obras comenta que la resiliencia es más que resistir, es aprender a vivir. El hecho de vivir una situación límite surge en el alma del individuo una situación de paréntesis, de prórroga, que hace vivir una nueva filosofía de la existencia, donde sólo amor ayuda a recomponer y dar sentido. La obligación de comprender y preguntar, les hace bucear en el dolor, descubrir la parte sana de sí y buscar la mano tendida. Los grandes resilientes, se han crecido en la dificultad, haciendo de la fragilidad una riqueza, de la debilidad una fuerza, de la imposibilidad una conclusión posible, con lo que dan un "giro copernicano" a su visión del mundo. Ven la vida como un suplemento que les hace gozar en cada instante y saborean la felicidad en su intensidad. Conocemos muchos ejemplos de resiliencia, Ana Frank y Viktor Frankl, Nelson Mandela, Rigoberta Menchú, Stephen Hawking, Malala Yousafzai, pero otros desconocidos y anónimos que sacan fuerza de la debilidad y superan con creatividad su adversa situación.[Img #469624]

La acción resiliente de Dios a través de su amor, provoca ese giro de paréntesis y sentido; esa fuerza, no es algo intimista e individual, actúa también en la comunidad. Jesús rompe las ataduras anunciando la buena nueva y denunciando que cualquier situación sin esperanza es falsa. El Reino de la misericordia, va más allá de la ley de la Polis, implantando una justicia incomprensible para nuestras sociedades, donde los últimos serán los primeros y los humillados serán ensalzados. Como se puede ver en las parábolas que Jesús (la semilla y la tierra, la levadura y la masa, el pastor y las ovejas, el hijo y el padre, la mujer y la dracma perdida, la lámpara y la luz), Dios está presente en las relaciones que despiertan y restauran la vida desde lo más interior e íntimo del individuo. Allí donde está la desesperación, surge lo inesperado, que Dios tiene que ver con nuestra vida y nuestra vida con Dios, abriendo esperanza a pesar de todo.

La regeneración personal, la resiliencia, no puede brotar en soledad, se necesitan estructuras que posibiliten las claves para encontrar en nuestro mundo la pedagogía de la misericordia. La misericordia deberá generar espacios de confianza, para que el individuo recupere la esencia en sí mismo, que permitan una recuperación desde la herida y el dolor, para que pueda ser sanado, reconciliado. Es necesario hacer esa "memoria passionis", que es hablar de Dios y su misericordia sin olvidar el sufrimiento, sin olvidar a las víctimas de la historia, para poder luchar contra esta amnesia cultural y posmoderna de nuestras sociedades avanzadas. Esta participación de la herida desde el amor y el acompañamiento, es lo que permite a la persona ser más fuerte que el odio. ¿Quién soy yo para hacerme amar? Con el amor uno reorganiza su pasado y surge un nuevo vínculo para alumbrar una existencia diferente.

"Y sin embargo, es preciso que haya canto.

No puedo ser únicamente grito.

Escuchad cómo lloran en vuestro interior

las historias del pasado.

El terrible grano que siembran

hace que maduren con cada poema

las rebeldías renovadas."

Louis Aragon (del libro de Boris Cyrulnik, El amor que nos cura)

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