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El rubio Juan
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El rubio Juan

Actualizado 01/11/2015
Aniano Gago

Tenía que vivir en esta España decadente el Rubio Juan, un ejemplar de navaja afilada del siglo XVII, la que utilizó para matar el hambre en la Cádiz marinera y que terminó siendo pirata en la Mar Caribe, donde hizo una pequeña fortuna. De vuelta a España siguió haciendo todo tipo de tropelías, especialmente por las noches en timbas donde se juntaba la peor calaña de la época. Vivió mucho tiempo de las cartas, robando a pobres, ricos y medianos, haciéndoles trampas y reinventándose los trucos para no caer nunca en manos de sus desplumados o de la Justicia, con la que tenía deudas pendientes por dos delitos de sangre. En su libro, finalista del Planeta de 1983, "La canción del pirata", Fernando Quiñones, gran escritor que fue, describe, entre la fábula y la crónica, la vida y milagros de entonces, la de aquella España con asaltadores de caminos, bravucones, pordioseros pícaros y todo tipo de gente de malvivir. Las circunstancias llevaban a muchos a escoger caminos impensados, todos derechos al robo en sus mil formas. De algo tenían que vivir los desheredados.

[Img #326776]Estamos ahora lejos del XVII, pero la crisis de la primera década del siglo XXI ha generado un sistema paralelo de buscavidas. Unos a través de vericuetos inverosímiles como el juego por Internet, otros por la vía de hacer un concurso de acreedores que justifica y evita pagar las deudas sin más complicaciones y unos terceros que han escogido la vía de la economía sumergida. Ahí hay legión. Las noticias ya lo van señalando: el dinero negro crece tanto como la bolsa del Rubio Juan, al que no le cabían los doblones. Ya alcanza el 19,8% del PIB en España. Como nos hemos acostumbrado a un nivel de vida alto queremos mantenerlo y el mejor sistema es defraudando a Hacienda y realizando economía sumergida. La cifra global en nuestro país alcanza, según un estudio internacional de economía opaca, el Informe Schneider, 209.000 millones de euros. Sólo Grecia nos supera en esta conducta que agrava nuestro sistema económico al perderse cotizaciones, recaudaciones y todo tipo de controles del dinero público.

Siempre ha habido formas de robar. Como el Rubio Juan se cambia de juego, de baraja y de compañeros paganos. De alguna forma, dirá alguno, habrá que vivir. Si hay un millón de familias donde nadie trabaja y donde nadie cobra un duro ¿de qué comen? Esa es la gran pregunta. Porque esos no tienen ni qué defraudar. Les quedan dos posibilidades: los comedores populares y la economía sumergida, la de las chapuzas a domicilio, de lo que tanto entendemos aquí.

Por eso cuando alguien presume de que las crisis no le afectan, que los hay, y mira para otro lado, ajeno e indiferente, me gustaría que se encontrara con el Rubio Juan, para que le dejara sin blanca. Y así se enterara que este mundo traidor no entiende de soberbios e indiferentes. Lo más grave es que ese tipo de ejemplares los hay y, curiosamente, son parte activa de ese 19,8% que mueve el dinero negro. Que el Rubio Juan los encuentre en su camino.

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