Encuentros feroces

A mí si me llama Rajoy vaya que voy. Corriendo, eso sí, con plan de ruta, plan B y hasta de evacuación, para que luego digan que Rivera es un recién llegado. Y es que el chico perfecto se ha plantado a ver al jefe con el guión bien aprendido y sobre todo, bien planchado, para hacernos ver a todos que es el recambio perfecto. A nuestro salvador de la coleta le veo más desorientado, como si todo este jaleo le viniera grande, como si estuviera cansado de su propia imagen y hasta del lío en el que se ha metido como redentor de la cosa. Aquí entre las torpezas de unos, las maquinaciones de otros y la petulancia ajena llamada Pedro Sánchez ?experto en nadar y guardar la ropa- la actualidad está muy calentita mientras del cielo llueven aviones, helicópteros y rocas con forma de calavera. Sí, estamos en tiempo de muertos y a mí se me pone la piel de gallina cuando se me ocurre que estos soberanistas estupendos están tensando la cuerda no para ahorcarse solitos, que les da igual, como esas millonadas que se han llevado los Pujol Ferrousola sin que le importara a nadie, sino para ahorcar a un estado débil que, si muestra fuerza, queda como un monstruo insensible y opresor. Qué falacia, qué estulticia, qué situación más aberrante.

No es que vivamos tiempos convulsos, siempre ha habido padres que han matado a sus hijos, hombres que asesinan a sus mujeres, países crueles donde no llega la más mínima modernidad. Siempre han campado por sus fueros y por los ajenos la locura, la pobreza, la insensibilidad ante esa riada humana que no cesa y se muere por el camino. Pero ahora que todo lo vemos y que algo hemos cambiado, esperemos que para bien, todo tiene un dolor más vivo, una imagen más terrible aún, y las gentes buenas, las buenas gentes, que las hay, siguen sufriendo sin poder hacer nada? eso sí, en cuanto le dan la oportunidad dan lo que tienen, se alzan a gritos y deciden que, aunque no haya pruebas fehacientes, el hecho de que unos padres dejen todo el verano a una niña con su cuidadora, niña que tiene el cuerpo lleno de tranquilizantes meses antes de su muerte, son culpables. A la gente de a pie, si nos dejan, le sobran soluciones para arreglar todos los cotarros? claro que el problema está en que no tenemos más medios que las manos desnudas, esas manos que quisieran acoger, ayudar, hacer. Esas manos impotentes. Qué vamos a hacer con tanta estupidez, por lo pronto asistir al baile de máscaras, y confiar en que haya un dios en el cielo, se llame como se llame, se le rece como se le rece y amén Jesús.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.