Isaac, padre e hijo, de Pastelerías 'La Teresiana' trabajan intensamente estos días para endulzar unos días fríos y melancólicos
Con la llegada del día de los Santos, el obrador de Pastelerías 'La Teresiana' se convierte en un hervidero de trabajo, paciencia y buen hacer. Trabajo porque muchas las horas que transcurren entre huesos de santo, buñuelos y acaramelados. Paciencia porque su elaboración requiere una labor minuciosa y entretenida. Buen hacer porque el sabor, que se come en segundos, es la tradición dulce que marca como pocas la llegada del mes de noviembre.
Huesos de santo, acaramelados y buñuelos
Los dos Isaac, padre e hijo, comienzan la tarde con los huesos de santo, con la elaboración del mazapán, fruto de mezclar almendra y azúcar. Miman el mazapán y lo masan en laminas, que posteriormente cortarán y dividirán en pequeñas partes que se enrollan uno a uno para darle su característica forma cilíndrica. Después del proceso el mazapán tiene que endurecerse para ser rellenado, también uno a uno yema, coco, frambuesa, chocolate, y tofee,
Ahora es el turno de los acaramelados, unas de las señas de identidad de 'Pastelerías La Teresiana'. Consistentes de yema y de un baño de caramelo, los hay de cereza, almendra, avellanas, nueces y también de yema tostada.
Y por último no podían faltar los buñuelos de viento, también típicos de estos días que se empiezan a elaborar con manteca, huevos y harina. La masa que forman se va cortando en pequeños trozos que caen a un aceite hirviendo a 200 grados centígrados. Es curioso ver como la masa se hincha y adquiere una forma redonda casi impecable a la que después se le añade nata o crema, para dar a los buñuelos los sabores de toda una vida.