Los líderes del PSOE han comenzado esta semana la campaña electoral reclamando una reforma de la constitución que incluya el adjetivo "laica". Pedro Sánchez, Meritxel Batet y el portavoz Antonio Hernando, han elegido el factor religioso para entrar en campaña. Podrían haber elegido el trabajo porque la mejora en el empleo no afecta por igual a varones y mujeres; podrían haber elegido la economía porque el crecimiento no llega a todos. Incluso podrían haber elegido la sanidad porque seguimos teniendo problemas con las listas de espera y los indicadores de calidad.Esta fijación por el factor religioso tiene algo de enfermizo y algún psicoanalista la tildaría de patológica porque expresa algún trauma de infancia. Las argumentaciones de estos tres líderes son diferentes y en algunos puntos contradictorias con las propias prácticas socialistas. Ninguno de los tres ha dicho lo mismo y ninguno de los tres expresan lo que piensan las agrupaciones socialistas, o lo que acredita la gestión de Felipe González, J. L. Rodríguez Zapatero o los partidos socialistas europeos. El socialismo francés sería inexplicable sin la matriz cristiana de Jaures, Peguy, Mounier o Delors.
cido una separación real y efectiva de los poderes del estado con las confesiones religiosas, sobre todo con la dominante en el régimen político anterior. La fórmula constitucional que aprobamos en 1978 no sólo establece la separación de los poderes del estado con la confesión católica, sino la posibilidad de cooperar con las confesiones religiosas que haya (o pueda haber) en la sociedad española.
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