Desde Galayos, en la Sierra de Grados
Ante esta inmensa mole de granito uno comprende lo efímero que es. ¡Qué envidia la duración en el tiempo de esta especie de órgano barroco de dura roca?! Qué contraste entre su fortaleza y mi carne? su piedra y mi humildad. Allí en la altura he vuelto a comprender cómo pasa la vida, a relativizar proyectos, afectos y seguridades? A reconocerme pequeño y débil. Precisamente de su poderío acepté mi debilidad y mi impotencia. Pero en esta altura, acariciado por la brisa de este otoño he vuelto, por un instante, a sentirme eterno e inmortal.
Moncho Campos, sacerdote