La revolución de Paco

La primera vez que le vi fue un día entre semana. Eran las siete y media de la mañana y me llamó la atención ver a un señor entrado en años asearse y peinarse con un peine y un botellín de agua en medio de la calle. Me sorprendió algo tan trivial como el no haber visto nunca a un mendigo (sí, sucio y harapiento) asearse, lavarse la cara y peinarse. De repente no tenía sentido. Reconozco que tal vez es una manía personal? pero me incomoda la paradoja del empeño en fregar los platos con un estropajo viejo y sucio y esta escena, al principio, en mi cerrazón burguesa y acomodada, me produjo la misma incomprensión.

El domingo siguiente me fijé en él a la salida de misa. No estaba en la puerta de la iglesia donde se ponen otros, sino enfrente y otra cosa que me llamó la atención es que no pedía. La gente pasaba a su lado sin verle. Mirándole desde el otro lado de la calle vi reflejada mi propia soledad y de ahí surgió mi empatía. No sé si antes de ese día cualquiera Paco andaba ya por el barrio, no tengo ni idea, la verdad. Lo que sí sé es que yo no le había visto. Hasta que abrí los ojos y le vi.

Conocer poco a poco su historia fue mi revolución, el barro de mis ojos fue cayéndose en escamas regalándome la visión que no tenía y el hecho de que poco a poco se asentara definitivamente en nuestra calle ha supuesto un progreso igual para muchos que transitan por aquí. Gracias a él ahora somos todos un poco más humanos.

Hay muchos "Pacos" viviendo en nuestras calles, en nuestras ciudades y pueblos, aquí mismo en Salamanca sin necesidad de viajar más lejos. Gente pidiendo o que no pide a la que no somos capaces de mirar a la cara porque su rostro cae a la altura de nuestros pies apresurados o porque nos avergüenza nuestra propia pobreza y escrúpulo y preferimos engañarnos mirando hacia otro lado. Es cierto que detrás de muchas historias de transeúntes y gente que vive en la calle desde hace tiempo subyace una historia de adicción, de debacle personal, de caída libre por un bucle vicioso del que es muy difícil salir solo y al que muchas veces se ha llegado a pulso. Es verdad que muchas veces a fuerza de no ejercitar la voluntad y el deseo se han corrompido hasta las buenas intenciones. Pero no es menos cierto que a pesar de todos sus pesares y de que a la luz de nuestra injusta justicia "merezcan" o no haber llegado a su situación actual por haber jugueteado con fuego, de que nuestra suspicacia nos diga que se organizan en mafias o de que la necesidad sea más o menos real? es cierto que son tan personas como cualquiera y eso a veces se nos olvida. Se nos olvida cuando a pesar de ser vecinos y de habitar en nuestra calle en el más literal de los sentidos no los miramos, no los vemos, volvemos la cabeza con repugnancia y ni siquiera sabemos sus nombres porque jamás nos hemos parado a charlar con ellos. Y muchas veces hablar con alguien y sentirse escuchados es lo que más necesitan y agradecen.

Ahora que está tan de moda: "todos somos Paco". Todos somos hombres y mujeres potencialmente expuestos a que el dolor y el sufrimiento nos arrastren a la más incomprensible y desoladora de las situaciones pues el sufrimiento no entiende de clases sociales, castas, profesiones u otros rasgos distintivos. Y por eso, yo quería invitaros hoy a dejaros revolucionar por los "Pacos" que en vuestras calles, plazas y barrios serán Gonzalo, Ramón, Carmen, Ana, Amalia? y contagiaros de humanidad, de la humanidad de no volver el rostro al ver a un hermano apaleado al borde del camino, de no sentir más pena por su pobreza que por la propia de cada uno y tratarlos como lo que son: iguales.