En Ikea hay numerosos lugares de bobear el tiempo, pero son solo para niños; tienes animalitos de cartón piedra, grandes y peludos (caballitos, burritos?) que funcionan previo pago. Son muy lindos, allí se suben niños y niñas y deambulan por los anchos pasillos entre los paseantes, compradores y curiosos que se arremolinan bolsones de Primark entre los dedos. Hay zonas de juegos, tuberías transparentes donde los niños se divierten?pero ¿y los maridos? Dónde nos metemos los maridos cuando vamos con la señora al Mercadona, por ejemplo. Porque allí no hay zonas de descanso psicológico, ese descanso necesario que requieren nuestras mentes, simples y agobiadas cuando entramos en la tesitura de elegir entre cuatro tipos de pastas distintas. El Mercadona no tiene zona "descansamaridos" y ese es un punto flaco que la empresa de Juan Roig debería mirarse.
Según una encuesta visual llevada a cabo por mí mismo un día de mucho mirar atentamente el panorama, hay varios tipos de maridos un sábado en Mercadona. A saber: el que va solo con una lista de folio y cada vez que mira pone caras raras. Suele llevar el móvil muy pegado y cada poco llama a la parienta ("no sé si esto que pone aquí es esto que tengo en la mano?") Suele andar chocando con otros carros a la menor y está por allí como el que busca en la sección de poesía de una librería "Veinte mil leguas de viaje submarino". Está luego el padre conductor, que eso alivia mucho porque sólo se encarga de vigilar al nene que lleva montado en el carro, Que no se caiga o que el niño no tire algo. La señora lleva los galones y las gafas de ver de cerca para las etiquetas. Luego hay un tipo de individuos que cargan con unas variopintas alforjas de plástico llenas todas ellas de bebidas alcohólicas. Son los chicos-botellón, adolescentes con el cuerpo a medio hacer que dan el cante por la bulla que meten sin ton ni son. Está el jubilado, que ese va a tiro hecho. Se sabe los rincones mejor que las reponedoras. Hay también una especie de marido (o single) solitario, entre cuarenta o cincuenta años, poco pelo (o nada), con gafas Lennon (o similares), que mira las etiquetas como un entomólogo suspicaz y desconfiado y tarda como media hora en llevar al carro un bote de melocotón en almíbar. Está también el tipo de marido cuyo oficio esencial en Mercadona es ir detrás de la mujer. Mirar lo que ella mira y ojear lo que ella ojea. Pero coger, sólo coge ella. Es lo que se llama un marido "siwoana". Este tipo de especímen es el que goza de un relax más reparador, pues su única misión es plagiar. Hay estudios que lo denominan "tontolaba" pero esa apreciación es incorrecta porque, aunque no desarrolla un papel de alta responsabilidad en la visita, al final es el que se las ve con la cajera ( no es mi caso). Lo mío es lo que viene siendo un "personal trainner bisnees". Es un poco como aquel negrito de la canción?¿se acuerdan?: "yo soy aquel negrito, del África Tropical, que cultivando cantaba la canción del?" Pero en blanco.
Ser marido en el Mercadona es un lujo cansino y un divertido argumento para escribir un artículo.
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