¡Lo que ve el que vive!

¿Qué deberían exclamar hoy nuestros antepasados si se sentaran diariamente para ver las noticias? Muy mal lo imaginamos. Quizá los más valientes, ya que no todos podrían soportarlo, antes de cada telediario pedirían que se guardara un minuto de silencio por las víctimas que nos iba a emitir el aparato. Unas víctimas que se sirven a la hora de la comida y que serán imágenes con las que después iremos a echarnos la siesta.

El otro día una amiga poeta me comentaba la dificultad, entre tantas insensateces y barbaridades, de mantener viva la capacidad de sorpresa. Y no le faltaba razón. Repasemos un telediario cualquiera de la pasada semana: detalles del juicio sobre el asesinato de la infeliz Asunta, mujeres fallecidas por sus parejas, cuerpos despedazados por las guerras, desahucios, dependientes sin ayudas, ancianos con pancartas a las puertas de la "megacorrupción bankaria"?

Y más aún, hechos que cíclicamente aparecen en el telediario como los de esos locos que se lían a tiros en colegios o universidades norteamericanas. Además, la política que nos ofrecen los telediarios bien podemos calificarla de Política de christian dior. ¿Dónde está la microeconomía? ¿Dónde está el sustituto natural de Marcelino Camacho, Gerardo Iglesias o el alcalde de Marinaleda? ¿Me lo pueden explicar? No hay explicación.

Conformémonos y, ya que esto último no es posible, como agua del Jordán, nos viene bien para el debate que el telediario nos traiga cuestiones como el soterrado amparo a nuestra religión católica mientras está en juego la supervivencia de seres humanos. Habrán imaginado que hablo de las declaraciones del arzobispo de Valencia, de las que ya ha pedido perdón.

Su excelencia nos decía literalmente que entre el "trigo que llega [de Siria] también habrá mucha paja". Y lo curioso es que llevaba razón, y de hecho quizá en lo único que se ha corregido es en lo de "mucha paja", ya que "algo de paja" es de Perogrullo y es tan cierto como si los europeos hiciéramos el camino inverso. Pero qué hacemos: ¿Ponemos unos confesionarios en la entrada? ¿Les pedimos que dejen a su Dios en la puerta? ¿Les dejamos a su suerte?

Vamos a recordar con nuestro entrañable arzobispo ?una persona que tiempo atrás no dudó en afirmar que había que paliar las calamidades del pueblo español con bienes de la Iglesia?, vamos a recordar, digo, aquel pasaje del Antiguo Testamento sobre la justicia de Dios con Sodoma y Gomorra, a las que el Señor, como ciudades perversas, quiso darles un escarmiento:

"Se lo dijo Dios a Abraham y éste se escandalizó pensando que entre aquellos habitantes estaba su sobrino Lot. '¿Vas a hacer perecer, Señor, a los justos y a los malvados?'. '?No, si hay cincuenta justos'. '¿Y si no hubiera más que cuarenta'. '?También los perdonaría a todos'. Así fue bajando la cifra hasta comprobarse que no había ni diez justos. Por tanto, sólo Lot y su familia pudieron abandonar aquellas ciudades antes de que se abatiera sobre ellas fuego, azufre y un violentísimo terremoto que las destruyó por completo". (Lucas 17, 28-30).

Yo no soy muy católico, pero tampoco soy irreverente y leo y respeto a los sacerdotes que de buena fe explican los Evangelios y si el señor arzobispo en un principio no se supo explicar, como la infalibilidad no existe, con el perdón es más que suficiente . Seguro que más de una vez se habrá referido al pasaje anterior en el que "Dios hubiera perdonado a las ciudades si hubiera habido diez justos. Esa era la justicia divina". Y nosotros, aunque somos humanos, tendremos que pensar que entre los que vienen de Siria, Afganistán e Irak es posible que haya más de diez, y, por tanto, no los vamos a dejar a merced de la barbarie o de bombardeos indiscriminados. ¡Digo yo que habrá que dejarlos pasar! Por favor, asumamos nuestra cuota.