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De fiestas y reproches
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De fiestas y reproches

Actualizado 19/10/2015
Francisco López Celador

[Img #458004]A toro pasado ?valga la expresión coloquial y sin que nadie se me soliviante- sería bueno comentar hechos y reacciones a la celebración del día de nuestra Fiesta Nacional. Pero, antes de nada, conviene aclarar conceptos. Quienes ya peinamos canas ?o, mejor dicho, las peinábamos- hemos conocido en España celebraciones de Patrón de España, Patrona de España, Día de la Raza, Día de la Hispanidad, y más, de forma que, posiblemente, se ha llegado a depreciar lo que debería ser un una verdadera Fiesta Nacional, con la impresión de que no tenemos muy claro lo que queremos. Con la sana intención de zanjar la cuestión con el mayor consenso posible, se aprobó la Ley 18/1987, con un artículo único que dice: "Se declara Fiesta Nacional de España, a todos los efectos, el día 12 de Octubre" En la exposición de motivos se alega:" La fecha elegida, el 12 de octubre, simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos". Obsérvese que sólo se menciona la Fiesta Nacional sin hablar para nada de la hispanidad.

Por supuesto que, cuando se aprueba una ley en el Parlamento, puede haber algún colectivo que no esté de acuerdo con ella y, en el caso que nos ocupa, basta leer algunos comentarios que circulan por los medios de comunicación y las redes sociales para saber quiénes se muestran en contra de tal celebración. Está claro que a nadie se le obliga a celebrar la fiesta ni a participar en ningún acto que no sea de su agrado; de la misma forma que nadie lee el libro que no le gusta, acude al espectáculo que no le apetece ni se relaciona con círculos en los que no se siente cómodo. Ahora bien, el no acudir a un acto no debe llevar aparejada la crítica feroz y montaraz contra quien sí lo hace; incluso cuando quien acude lo hace en nombre de aquellas personas que, con su voto, le han colocado en el puesto que ostenta.

Se escriba como se escriba, los hechos sólo sucedieron de una forma. En el paso de España por la América del descubrimiento se escribieron páginas teñidas de sangre junto a otras muchas de entrega, enseñanza, desarrollo y confraternización. Transcurridos cinco siglos de esos acontecimientos, hay que analizar sus consecuencias. No fue España la única potencia europea que mantuvo colonias lejos de la metrópoli. Los cuatro continentes han tenido territorios bajo dominio de Inglaterra, Holanda, Alemania, Francia o Italia. Y, por cierto, algunos hasta hace muy poco tiempo. Decir que en todos ellos se ha tratado al nativo con mimo, es faltar a la realidad; entre otras razones, porque hasta en los derechos humanos se ha avanzado ?afortunadamente- hasta niveles de dignidad e igualdad antes desconocidos. En la mente de todos están temas como la esclavitud o el apartheid. Así pues, acordarse de los abusos ?que los hubo- cometidos contra los indígenas para, cinco siglos después, aborrecer la Fiesta Nacional es como admitir que, de hecho, un buen número de países estarían condenados a no poder celebrar nunca su fiesta porque siempre tendrán algún hecho del que avergonzarse.

Si nos empeñamos en desenterrar del pasado solamente los sucesos vergonzantes, nunca acabaremos de pasarnos factura mutuamente. Todos los españoles somos conscientes de que se cometieron desmanes en los tiempos del Descubrimiento, y bien que lo sentimos. Pero no solamente los de un color, lo sentimos todos. Por eso, entre los sudamericanos hay muchos que han olvidado y desean echar raíces en España. De la misma forma, la obsesión de algunos por desempolvar la memoria histórica del trágico siglo XX español, pretendiendo cargar las tintas de una forma parcial, es hacer oposiciones al enfrentamiento de nuevos bandos, que ya se debería estar superado, y que nuestra actual Constitución contribuyó a mitigar de manera muy especial. Abusos hubo de todos los colores. Ahí está también la Historia. Toda guerra civil, por definición, es un enfrentamiento cruel entre hermanos. Por eso hubo "paseos", delaciones interesadas, abusos de poder; lo mismo que existieron quemas de conventos, asesinatos por motivos religiosos, fusilamientos masivos y apresurados, y todo un rosario de barbaridades que, muchas veces, se debieron a verdaderos deseos de revanchas personales. ¿Es que ahora vamos a sentirnos orgullosos de recordarlo? ¿O es que sólo queremos airear algunos, echando tierra sobre los otros? Como decía Bismark, los españoles estamos empeñándonos en destruir España y somos tan torpes que no lo conseguimos. Vamos a empujar todos de una vez en la misma dirección para que no volvamos a pasar por situaciones de las que tengamos que avergonzarnos. Cuando hay que empujar se empuja, y cuando toque fiesta, a divertirse.

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