El bando y los pregoneros

Los políticos se empeñan en poner pregoneros que canten sus gestas, olvidándose de que el pregonero surgió en el siglo XVI porque el pueblo era analfabeto. No sabía leer, y con dificultad lo hacían muchos caballeros e hidalgos, motivo por el cual los reyes de la España que por entonces se fraguaba decidieron dar a conocer las obligaciones de sus vasallos a base de la palabra oral.

Ahora los políticos pregonan sus andanzas y desandanzas vía mediática, tergiversando la realidad, que es lo que se lleva. Alquilan pregoneros que interpretan sus ideas a través de la televisión o la radio en las tertulias de moda y contratan escribanos y publicistas para que les fabriquen discursos de diseño. Estos políticos pagan a estos subordinados a golpe de talonario para que, en medio del tráfico general de tantos vendedores ambulantes, los presenten como dignos de la confianza del pueblo. Son pregoneros que se hacen pasar como expertos en comunicación y suelen montar chiringuitos de influencia con nombre inglés. También hay periodistas que han confundido la profesión y venden la ética y la dignidad por un cesto de euros.

Se olvidan todos de que hoy el pueblo sabe leer, incluso domina un cierto latín, y ya nadie le engaña. A lo más se deja engatusar mientras espera tiempos mejores para desenmascarar a los hipócritas y falsos que mercadean en el templo de la verdad. Ahora que los tiempos son crudos y tensos, más de uno tiene miedo al látigo y al flagelo de ser expulsados del escenario público, que para ellos significa condumio, fama y prebendas.

Llevamos tantos años en la ciénaga del dinero negro, el blanqueo y el robo que han salido a la superficie, como si fuera en las aguas del Mar Muerto, un montón de cadáveres vivientes. Gentes que han logrado andar sobre aguas cenagosas, a base de trampas impunes, hoy se esconden y tiene miedo de ser descubiertos. Y más completa sería la cosa, más cadáveres saldrían de la profundidad de las aguas turbias, si el mundo mediático fuera más limpio y dependiera de empresarios del sector y no de arribistas con intereses espurios, falsarios y enemigos directos de esta democracia débil. El mundo mediático se porta con la verdad, en general, como una madrastra. Y por eso no se sabe en el ágora toda la verdad, ni siquiera la mitad de la vedad, de lo que se cuece en las calderas del poder político y financiero.

Mi amigo el escritor Eduardo Keudell, ferviente teórico de la Gran Mentira, dice que se ha llenado la parte vieja y nueva de la ciudad de impostores, pero yo me limito a expresar mi decepción por el contubernio político-financiero-mediático. Y aquí incluyo a cajeros, semejantes y pareados, vividores todos del momio público. Daniel Montero en su libro "La Casta" lo dejó claro: "más de 2000 consejeros de las cajas de España viven en la abundancia a base de dietas y de votar intereses de partido o particulares.". Encima nos quieren vender bondad, patriotismo casero y defensa numantina de lo propio. El resultado final ya lo sabemos: una hecatombe.

Los días, ya metidos en otoño, pierden en luz y la negritud de la vida pública se ilumina demasiado lentamente. Van a tener que volver los viejos pregoneros a sacar sus cornetas para dar a conocer al pueblo un bando donde se conozcan todas las mentiras, falsedades y ocultaciones de los tramposos, aunténticos "engañapastores" escondidos en la maleza.

El pueblo ya no es analfabeto, y esto lo olvidan los políticos, sus escribanos, sus publicistas y sus tertulianos. Por eso ya las cosas nunca más serán como fueron.

En las imágenes antiguas, pregoneros al por mayor y al por menor. Arriba, aparatos de escucha y propagación de sonidos en tiempos de guerra; abajo un pregonero se ditige a los convecinos