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¿Por qué los sobres de kétchup son casi siempre rojos y los de mayonesa, azules?
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¿Por qué los sobres de kétchup son casi siempre rojos y los de mayonesa, azules?

Actualizado 17/10/2015
Ana Garmendia

Hace apenas unos días, alguien pronunció una palabra en medio de una frase que a mí me trajo a la memoria un viejo recuerdo? Un viernes de hace ya algunos años cuando estaba todavía en el colegio, saliendo de clase a las dos de la tarde, le hice una pregunta a la que entonces fue también profesora y hoy es otra gran amiga: ¿Cómo podemos "desetiquetarnos"? Ella misma me reconoció después, en una carta que me escribió tratando de darme una respuesta a tan peliaguda cuestión, que no se esperaba la pregunta, y menos en semejantes circunstancias (un viernes a las dos de la tarde y saliendo de clase cuando se supone que todo el mundo tiene ya la cabeza puesta en el fin de semana?). Se trataba del verbo "Encasillar" y más tarde trataré de responder e interpretar la interrogación que encabeza estas líneas partiendo de aquella respuesta que sólo ahora empiezo a comprender, quizás con años de retraso.

[Img #324194]La gente tiende irremediable e inexplicablemente a etiquetar, a encasillar a las personas en categorías inamovibles y de las que es difícil salir, de las que es complicado deshacerse, aunque el calificativo sea injusto y todo parecido con la realidad, mera coincidencia. Hasta aquí sólo constato realidades que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido que sufrir o soportar, quizá con etiquetas que todavía no hemos sido capaces de quitarnos de encima. Por si no os habíais fijado, sucede en todos los ámbitos y en distintos aspectos de una vida cualquiera. Sé que esta propensión de algunos, desgraciadamente muchos, puede parecer baladí, trivial o incluso frívola pero la trascendencia y las consecuencias de esta fiebre contagiosa son de mayor magnitud de lo que pueden llegar a imaginar los que casi inconscientemente y por costumbre etiquetan a todo aquél que se cruza en su camino. Y no me refiero sólo a la afirmación determinista subyacente en estos comentarios: "las circunstancias que rodean a la persona, las apariencias, determinan el ser", ni tampoco al tremendo error que cometemos en prejuzgar de ese modo a las personas, ni al daño o la herida, incluso al trauma, que pueden abrir y causar en ella. No, no me refiero sólo a eso aunque de por sí no me parece poco. El problema va mucho más allá: al final los sobres de kétchup son casi siempre rojos y los de mayonesa, azules, y el "casi" lo añadí por cortesía, por deferencia para con los que todavía se molestan en conocer a quien tienen delante antes de asignarles categóricamente un color, una bandera, un grupo e incluso un objetivo predeterminado, una ambición.

En realidad no sé si todos los sobres de kétchup son rojos y todos los de mayonesa, azules, espero que no. Sólo era una excusa para justificar esta pequeña reflexión personal. Para ilustrar, aunque quizá el ejemplo no sea demasiado acertado, cómo, hasta en lo más absurdo, abusamos de esa extraña cualidad para dividir y etiquetar, para predeterminar y asignar, a cada salsa, un color.

Supongo que algunos todavía no perciben el problema. Esas pesadas etiquetas que unos pocos aburridos y [Img #324193]hastiados de no ? vivir sus vidas se dedican a colocar, desde hace décadas, sobre unos y otros no nos ayudan a crecer, ni a mirar lejos, y por lo tanto, no avanzamos. Para algunos de esos personajes ociosos, los "buenos" son los ricos, los empresarios, los abogados, médicos y los "altos" funcionarios, que además son necesariamente pijos, superficiales, elitistas, mediocres para los que lo miran desde el otro lado y brillantes entre sus propios colegas de grupo: el equipo azul. Los "buenos" para los "otros" son los trabajadores, los que "levantan España", los artistas que para los del otro equipo, son siempre y en todo lugar, despectivamente bohemios, hippies, andrajosos? el equipo rojo ¿Me entendéis ahora? Quizá porque nuestro organismo se divide en dos sentimos el impulso de ordenarlo todo en torno a la bipolaridad de posturas opuestas. Bien, es hora de tridimensionalizar nuestra experiencia del mismo modo en que estamos empezando a añadir esa tercera dimensión a la gran pantalla. Pero no simplemente añadiendo un tercer equipo (y un cuarto, un quinto?) contrincante en esta especie de competición perdida de antemano: así no. Es necesario empezar de cero.

Comenzar de nuevo, y eso implica, obligatoriamente, olvidar, limpiar, renovar. Olvidar y dejar atrás las categorías, el olor a rancio de las etiquetas bicolores, la endogamia de los que son educados para rodearse exclusivamente de los de su mismo equipo? Es imprescindible arrinconar el dolor que dejaron las heridas de una guerra que para los de mi generación ya es historia contada por otros que tampoco la han vivido, un cuento chino que habla de rencores envenenados por el paso del tiempo que, en este caso, sólo hace más absurdo el enfado por? ¡qué más da por qué si cada día nos empeñamos en encontrar nuevos motivos para discutir y gastar saliva en balde! Es imprescindible aliviar ese yugo que nos oprime para conquistar la ansiada libertad. Y ahora es el momento de hacerlo. "Desetiquetemos" a todos los que nos rodean y dejémosles ser y crecer muy por encima de su circunstancia. Sin ese esfuerzo por parte de todos y cada uno de nosotros por liberar las conciencias, empezando por la propia, del entumecimiento que ha provocado, precisamente, el cargar con tanto peso durante todos estos años, no es posible construir nada nuevo.

Entonces, ¿cómo podemos "desetiquetarnos"? En primer lugar, despertando la conciencia a la necesidad evidente de cambio que nuestra realidad pide a gritos. Sensibilizando a los que nos rodean, uno a uno, haciéndoles ver y descubrir que el pasado sólo ha de ser la atalaya desde la que podamos mirar lejos, y no la carga pesada que determine lo que seremos. En segundo lugar, haciendo un gran esfuerzo por pensar de otro modo, menos en uno mismo y más en los demás, y abrir el corazón y la mente a la nueva era. Y en tercer lugar? construir, escribir, cada uno desde su lugar en la intrahistoria, el relato de una "nueva España", una "nueva comunidad", una "nueva Salamanca", más justa, más libre, más nuestra, tuya, mía y de cada uno de nosotros.

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