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La salud mental, la gran olvidada
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LA MIRADA EXTERNA

La salud mental, la gran olvidada

Actualizado 13/10/2015
Francisco Delgado

El sábado pasado se celebró el día mundial de la salud mental. Si hiciéramos una encuesta a los españoles sobre cuántos se han enterado de esta celebración creo que no llegaría a un humilde 10% de la población la que se ha enterado.

[Img #451929]La salud mental sigue siendo, en el conjunto de la sanidad, la gran olvidada, desde todos los puntos de vista posibles: desde el punto de vista asistencial es la especialidad que menos recursos técnicos y humanos emplea; desde el punto de vista económico está a la cola de los presupuestos, comparada con cualquier otra especialidad médica; desde el punto de vista de progresos en las últimas décadas da la impresión de que, en su conjunto, el progreso es negativo, en cuanto a eficacia en diagnóstico y tratamientos.

¿Cuál es el motivo o motivos de este "olvido" de la salud mental? Hay uno general, ancestral, y varios motivos más actuales y concretos. El motivo general de esta marginación de la enfermedad mental, del enfermo mental, es el temor de nuestra especie a la locura. Aunque en el último siglo ha disminuido un poco este miedo ancestral, aún está presente en nuestro inconsciente de un modo decisivo. Recordemos solo un hecho: hace algo más de un siglo, en los últimos años del siglo XIX, los enfermos y enfermas mentales se amontonaban a cientos en los sótanos del Hospital de la Salpetrière de Paris, encadenados muchos, en unas condiciones de vida más propias de delincuentes peligrosos que de enfermos. Una gran mayoría eran enfermas que tendrían que haber sido diagnosticadas de histeria y tratadas como tales enfermas, pero no se las diferenciaba de las graves psicosis. En el resto de países europeos la situación de los enfermos mentales no era mejor.

¿Qué ha pasado en las últimas décadas? Que junto a importantes avances en la psicofarmacología de las psicosis y los psicofármacos aplicados a trastornos menores (depresiones, neurosis, trastornos límites de la personalidad) se han estancado o desaparecido los dispositivos psicoterápicos en la mayor parte de las instituciones psiquiátricas. Bajo el prejuicio o ilusión de que la enfermedad mental está producida por disfunciones "cerebrales", de que las neurociencias son las únicas que podrán en el futuro enfrentarse decisivamente a las llamadas enfermedades mentales, las psicoterapias han perdido el poco protagonismo y vigencia que tuvieron después de la Segunda Guerra Mundial. En los últimos años generaciones de psicólogos salen de las facultades de psicología, muchos con sólidas formaciones en psicología clínica, pero la red asistencial pública (la privada apenas existe) no tiene cabida para ellos. El reducido número de psicólogos que trabajan en salud mental no es suficiente sino para, la mayor parte de los casos, constituir una presencia simbólica en las instituciones psiquiátricas.

Mientras se sigan pensando los trastornos y conflictos emocionales en términos de "enfermedades" y farmacología, exclusivamente, no habrá apenas progresos en salud mental; no podemos olvidarnos de que la angustia (que no la ansiedad), el rechazo imaginario o real, la desprotección que un individuo siente en su relación con su medio familiar y social, son los afectos básicos de donde nace el sufrimiento mental.

El "responsabilizar" al cerebro de los sufrimientos de un sujeto, es como decir que son los automóviles los que llegan a su destino o los que tienen los accidentes de tráfico. Como si el conductor no existiera.

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