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El ayer del puente del Pilar
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FUERA DE MANO

El ayer del puente del Pilar

Actualizado 11/10/2015
Antonio Vicente

ANTONIO VICENTE / Juez internacional canino

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[Img #451122]Ante la llegada de la festividad del Pilar y con la cabeza ya caliente por la llegada de una nueva temporada de caza menor, me es inevitable, como a otros muchos, recordar aquellos años, de la década de los 60 del siglo pasado, en los que la llegada de este puente traía consigo, ante la ausencia de terrenos acotados, una invasión de cazadores de toda la franja norte de España, especialmente gallegos y asturianos, pero sobre todo vascos, dado que en aquellos años la temporada de caza comenzaba, 'por norma', el 12 de octubre.

Nuestra tierra, nuestros pueblos, por ser excepcionalmente afamados en toda España para la práctica de la caza, acogían a multitud de cazadores que convertían a Vitigudino en una fiesta cinegética donde cada año se colgaba el cartel de lleno absoluto. Todos los hostales, La Viña, El Recreo, El Trinquete y otros de menor rango estaban abarrotados al igual que los bares que por la noche no daban cabida a tan excelso caudal de visitantes.

En los pequeños pueblos de la zona la secuencia era la misma; a cada pueblo acudían cada año los mismos cazadores que se alojaban en casas de particulares que aprovechaban la ocasión para sacar un dinero con el alquiler de alguna habitación sobrante. Asimismo, tras las jornadas cinegéticas del puente se establecía cierto mercadillo, pues nuestros visitantes acababan comprando y llevándose a su casa las piezas de caza de los cazadores locales e incluso completaban su compra con algún cordero o cabrito sabedores de su exquisita calidad.

Los cazadores de los pueblos vendían todas la piezas de caza, sabedores de que con el dinero que les daban por una perdiz compraban mayor cantidad de otros alimentos con los que alimentar más tiempo a la prole, que por aquel entonces era casi siempre muy numerosa.

Fueron los años en los que tuvimos a la vista los primeros perros que traían de caza, sobre todo, los vascos, que nosotros en nuestro desconocimiento llamábamos perdigueros y que hoy sabemos que eran principalmente pointers junto a algún setter de la variedad Irlandés.

Con el paso de los años y la repetición, cada uno de ellos, de la misma secuencia se acabó entablando una gran amistad entre lugareños y aquellos que repetían 'hotel'. Fue tal el nivel de amistad, que algunos cazadores norteños acabaron, en algunos casos, llevándose a su tierra a algunos hijos de aquellas familias que les daban hospedaje, para colocarles en empresas creadoras de mucha mano de obra en aquellos tiempos de plena expansión industrial. Altos Hornos, Ensidesa, Renfe, Telefónica o Correos fueron el destino laboral de quienes con poca preparación académica tuvieron la suerte de huir, de esta forma, del precario medio rural en el que habían nacido, para labrarse una vida mejor. Entonces, para entrar a trabajar en estas empresas bastaba con tener a alguien de su entorno dentro o que tuviese estrecha relación con alguien que tuviese un cargo cualificado.

Sucedió, asimismo, que con la creación de los primeros cotos, aquellos cazadores que cada año venían a cazar a los mismos pueblos se constituyeron en socios fundadores de los mismos junto a los cazadores locales, y de esta condición siguieron disfrutando varios años más hasta que con la llegada de nuevas generaciones de cazadores, más bien escopeteros, fueron poco a poco quitándoles la condición de socios y expulsándoles de los cotos en una demostración de egoísmo e ignorancia; egoísmo por creer que eran los foráneos quienes hacían acopio de más capturas e ignorancia porque de esta forma se despreció un turismo cinegético de alto poder adquisitivo dispuesto a seguir gastando mucho dinero en sus visitas a nuestra tierra.

La caza ha sido y es un campo en el cual el ser humano siempre ha mostrado los altos niveles de egoísmo que en realidad tiene, y creer que quien viene de fuera a cazar logra más capturas que el cazador local es propio de mentes retorcidas y poco entendidas en aquellas cosas que nos suelen pasar en el campo cuando salimos a buscar lo que no hemos perdido.

De no haber sido tan egoístas hoy podríamos seguir disfrutando de la visita, como dije antes, de un turismo que nos dejaría pingües beneficios económicos, algo por lo que hoy luchamos tanto en otros ámbitos de la actividad empresarial.

No obstante, es justo reconocer que hay una excepción de la cual tengo fehaciente conocimiento. En Villasbuenas siempre ha existido una cuadrilla de cazadores valencianos a los que se les ha respetado su condición de socios y aún hoy, ya casi en su ancianidad, vienen en verano a la media veda para salir al campo y compartir unos días con los vecinos del pueblo más para disfrutar de la amistad y de la excelente acogida que aquí encuentran que del ejercicio venatorio. Loable ejemplo, en mi opinión, de los cazadores de Villasbuenas.

Aún así y a pesar de esta excepción, los tiempos han cambiado tanto que ni en el puente del Pilar da comienzo ya la temporada de caza ni se produce aquella excursión de visitantes, amigos o familiares que llegaban ávidos de campo y caza a pasar entre nosotros, por pagos de nuestra comarca, un puente festivo marcado con mayúsculas en el calendario cinegético de aquellos años.

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