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Página en blanco
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Página en blanco

Actualizado 03/10/2015
Manuel Lamas

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No pocas veces, aquellos que nos dedicamos a escribir, sentimos la tentación de ceder al lector una página en blanco para que sea él quien escriba lo que estime conveniente.

El tiempo, que a todos nos envuelve; el mismo que nos hace recordar el ayer, e imaginar lo que está por llegar, otorga a cada uno de nosotros, los sentimientos más dispares sobre la misma realidad. Por lo que, no es fácil, presentar al lector algo novedoso. Seguramente él cuenta con mayor bagaje de conocimientos y estaría más autorizado para llenar con sus palabras el espacio cedido.

Lo cierto es que, casi todos nuestros momentos, los empleamos para decir a los demás cómo son las cosas; considerando determinante nuestra opinión para resolver los problemas ajenos.

No es difícil señalar los caminos que otros han de seguir para resolver sus asuntos. Lo verdaderamente complicado es salvar las propias contrariedades evitando los consejos que nos inducen al error. Pues, cada problema cuenta con su propia estructura de dificultades. Estas, cambian en función de los contextos en que se producen y la capacidad de quienes tienen que resolverlas. Por eso, no se han de sacar conclusiones precipitadas, en función de brillantes disertaciones, ya sea desde una tribuna, o desde la columna de un periódico. Cada persona conoce mejor que nadie los conflictos que habrá de resolver sus propios recursos.

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Por otra parte, a muchos de nuestros pronunciamientos le sobran palabras y le falta ese germen de innovación que tanto agradece el lector. Algo distinto que, una vez leído o escuchado, le otorgue la certeza de no haber perdido el tiempo. Pues, los periódicos siempre difunden las mismas noticias, como si la realidad solo estuviera tejida por hebras de escándalos y dolor. El lector busca algo más en las páginas de opinión y, antes de que lo hayamos advertido, habrá formado su juicio sobre lo que decimos y conocerá perfectamente si nuestras palabras merecen su confianza. Entonces, ¿qué podemos aportar para que nuestra intervención en los medios esté justificada? Es muy complicada la respuesta.

Por esta razón, a veces siento la tentación de otorgar descanso definitivo a mi pluma. Sin embargo, nos movemos por impulsos y, aquello que hace un momento estaba destinado a la papelera, adquiere vigencia en el instante; interés suficiente para ser trasmitido a los demás a modo de saludo. Somos irremediablemente contradictorios, y necesitamos a los demás, como caja de resonancia para difundir lo que hacemos y decimos.

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