EL TIEMPO
pertenece a
DIOS,
no a los banqueros,
ni siquiera el 1%
Dorothy Day de su libro Panes y Peces
Todavía está reciente en nuestros oídos y en el corazón las palabras de Francisco en el Congreso de Estados Unidos, la primera vez que en la Historia que un Papa se dirige al legislativo Americano. Las palabras resuenan en medio del debate electoral sobre la desigualdad y la falta de oportunidades, sobre todo la comunidad latina de inmigrantes. Hemos visto que la campaña se ha centrado de forma muy dura y tremenda sobre la inmigración ilegal, con un discurso de algunos de los candidatos que nos han hecho sonrojar por su dureza y falta de humanidad.
Francisco desde el inicio de su pontificado se ha centrado en los pobres, marginados, inmigrantes y refugiados, y en esta línea ha discurrido su mensaje en Estados Unidos. Ha querido ser un diálogo con ancianos y jóvenes, con todos los hombres de buena voluntad y lo ha querido realizar desde el alma de varios americanos destacados, hombres y mujeres que nos han aportado una manera diferente de ver y analizar la realidad. Esos cuatro pilares en los que se apoyó Francisco para dialogar con la sociedad americana son: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton.
Subrayó el trabajo de Abraham Lincoln por la libertad de su pueblo; el sueño de Martin Luther King en su lucha por los derechos civiles sobre todo de los afro-americanos; la mística, la espiritualidad y la búsqueda de la paz entre religiones en diálogo de Thomas Merton; y también, la lucha y pasión por los más desfavorecidos de Dorothy Day. Quisiera comentar unas palabras sobre esta mujer esencial, fundadora del Movimiento del trabajador católico y su lucha contra la pobreza desde su fe y el evangelio.
En 1933, Dorothy Day junto con Peter Maurin fundarán el llamado Catholic Worker, cuando la Gran Depresión alcanzaba su máxima alcanzaba su máxima dureza en los Estados Unidos. No había cumplido los treinta años, era ya una conocida periodista y autora de ensayos y novelas destacadas, acababa de convertirse al catolicismo, en los próximos años dedicará vida y sus energías a vivir como lo hubiera hecho Jesús en la Galilea de la Gran manzana neoyorquina. Cuenta su historia en una autobiografía titulada La larga soledad, que continua en una obra en la que narra el surgimiento del movimiento por ella fundada y su evolución, titulada Panes y peces. En medio de la pobreza y la depresión despliega su vida de fe en acción, publicando un periódico, abriendo numerosas granjas en el campo para familias pobres, casas de acogida, comedores para pobres que deambulaban por las calles, casas de maternidad, además de promover numerosas actividades en favor de la justicia social y la paz. Es posiblemente una de las personas más influyentes del catolicismo de Estados Unidos en el siglo XX.
Dicen los sus biógrafos que lo que realmente había de extraordinario en esta mujer no era lo que decía, sino que no había diferencia entre lo que decía, creía y vivía en su vida cotidiana. Una mujer abierta al espíritu religioso, a su búsqueda de lo Absoluto que se manifestaba en su preocupación por los más necesitados y por la justicia social. Cuando iba de un pueblo a otro como periodista veía lo que todo el mundo podía ver, el dolor, la angustia, el sufrimiento de los seres humanos que pasan hambre, necesidad y que son despojados de toda su dignidad, a las víctimas de nuestra sociedad industrial. A todos los acogió, pero también se enfrentó a los poderosos, a los que se daban importancia y se tenían por justos, fue una vida derramada que según su expresión denominó "locos por Cristo".
Como buena periodista e intelectual en sus escritos y en su vida se deslizan las enseñanzas morales de los profetas de Israel, Isaías, Jeremías, Amós, Miqueas y por supuesto las enseñanzas de Jesús de Nazaret; era una enamorada del Sermón de la Montaña. Pero no sólo percibimos las raíces bíblicas de su tarea y dedicación por los necesitados, también se desliza en sus obras y en su vida, la política anarquista, la filosofía personalista y la sensibilidad literaria y moral de Dostoievski, Tolstoi o Camus. Mostró tanto amor a la literatura como a los hombres y mujeres de la calle, cuyos estómagos vacíos luchó duramente por llenar, al igual que por los pequeños detalles la vida, "las cosas de este mundo" podríamos decir, como el florecer de un árbol, una escapada al campo, subir una montaña, incluso contemplar un atardecer en la superpoblada ciudad de Nueva York. Dorothy Day amó a Dios, con la misma intensidad a sus semejantes y también al mundo que ellos habitaban, en su caminar le acompañaron muchas almas gemelas, todos "locos por Jesús" que se unieron a su misma pasión.
Dorothy Day, convirtió el trabajo en oración, cada noche después de dar de comer a cientos de necesitados que acudían a los comedores, todos sus colaboradores oraban juntos, ella recuerda en su libro panes y peces que al recitar el "Yo confieso" siempre le hacía reflexionar que todos hemos pecado setenta veces siete, la confesión y la misericordia de Dios nos proporciona paz, para continuar cantando con los salmos. A su corazón llegaba de forma muy intensa el salmo 15:
"Tengo siempre presente a Yahvé,
con él a mi derecha no vacilo.
por eso me alegra el corazón,
sienten regocijo mis entrañas,
todo mi cuerpo descansa tranquilo:
pues no me abandonará al Seol,
no dejarás a tu amigo ver la fosa.
Me enseñarás el camino de la vida,
me hartarás con gozo en tu presencia,
de dicha perpetua a tu derecha"?
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