¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Así se expresaba Nico, sumergido en lágrimas inconsolables. "Me han destrozado la vida, han robado el pan de mi familia?" Nico vivía de una granja de faisanes, que había montado con la sana intención de crearse un porvenir y afrontar las necesidades de su casa. Una familia sencilla, que, el único mal, que ha cometido en su vida, ha sido trabajar y convivir con sus amigos y paisanos. Nico y su familia han perdido la sonrisa, una sonrisa labrada a base de tesón y sacrificio, como sucede con la gente humilde de un pueblo, que se levanta con ese afán cada mañana.

¿Dónde va Nico mañana? ¿Lo habéis pensado? Lo habéis dejado en la calle y, a sus hijos, les habéis arrebatado el pan.

Estaréis contentos. ¿Cómo habéis celebrado vuestra hombrada clandestina? Porque ni, para eso, tenéis arrestos: para defender vuestra insensatez, dando la cara como la gente consciente y convencida de sus principios, si es que vuestros principios tienen alguna explicación y la más mínima sensibilidad.

Defendéis la libertad de los animales, ¿qué hacéis por proteger la libertad de los hombres, que buscan un trabajo, que se les echa de su casa, que se les explota y se les restringen derechos y oportunidades, y se ven obligados a abandonar su casa y su país? Estos problemas no llegan a tocar vuestra sensibilidad, porque lo vuestro es defender la libertad de los animales, a costa de

destruir al hombre y a su familia, y cuanto más humilde, mayor es vuestro disfrute; por eso, no creo en vosotros y os detesto.

Me parece muy bien que os guste alimentaros de berzas, pero respetad a aquellos que necesitamos conservar y sostener nuestra vida con aquellos elementos nutritivos, que nos demanda nuestro organismo.

Habéis roto a una familia y habéis angustiado a todo un pueblo, que se ha puesto al lado de Nico para remediar vuestro entuerto. No creo que uno y otros merezcamos el que hayáis roto nuestra paz.