Un tribunal norteamericano nos dice que ya no tendremos que pagar derechos de autor cuando le cantemos el Cumpleaños feliz a un ser querido o a un compañero de trabajo no tan querido. Como si nos importara. Nunca me gustó esa tonadilla cuya letra cuadra mejor en inglés que en español. En un tiempo hizo fortuna la cancioncita de los payasos de la tele que tampoco me gustaba nada (se las traía lo de "amiguito que Dios te bendiga") aunque estaba bien lo de "que cumplas muchos más". Ninguna de las dos recuerdo haberla oído en mi infancia, quizá mi familia no era muy cantarina. Pero sí recuerdo la comida especial que me hacía mi madre, que nos hacía a cada uno de los hermanos, espagueti y pollo o verdura con besamel y filetes empanados (las lentejas, merecedoras de tal día, eran habituales). Y recuerdo la expectación ante la llegada del correo donde estaría una postal de la abuela -con un garabato final de mi abuelo- que recordaba las fechas de nacimiento de sus cerca de cuarenta nietos. Aquella postal desde Ginebra, Palencia o Madrid te hacía sentir importante, uno entre todos, ese día, y por eso todavía las tienes guardadas mientras que te has desprendido de muchas de esas postalitas prefabricadas con mensajes graciosos con que te han felicitado otras veces.
Me gustaban esos tiempos en los que te preocupabas de memorizar las fechas de cumpleaños de tus allegados sin esperar a que una alerta de móvil o facebook te advierta, como ahora, de que al día siguiente es la fecha señalada para alguien y puedes quedar bien enviando una nota, un mensaje mejor dicho, simpático o de cortesía. Los tiempos en qué nos hacíamos los distraídos para que nuestra pareja no supiera qué estábamos preparando un regalo más o menos sorpresa.
Esos tiempos, si uno quiere, pueden ser los de ahora. Uno, si quiere, puede cumplir con compromisos sociales a través del guasap, o puede preparar emocionado el momento de entregar el regalo pocos segundos después de las doce de la noche a esa persona que conociste cuando menos te lo esperabas y que te ayudó a entender que no eras el centro del mundo, que hasta ahora habías tratado a las personas como si tú fueras el sujeto de la oración y ellas el atributo o el complemento circunstancial, ni siquiera el indirecto; alguien que es también sujeto y desafía lo que creías saber de la sintaxis de la vida; alguien que hace que te deje de interesar celebrar tu propio cumpleaños en una fecha lejana que ha dejado de tener sentido pues que naciste el día que os conocisteis y pasa a estar más cargado de emociones el día del aniversario. Un aniversario para decir que no te digo nada que tú ya no conozcas.
Parece que cumplir años en una estación como el otoño tiene un valor añadido pero seguramente nos es más que una ilusión cambiante. Seguramente de joven hubieras preferido cumplirlos en primavera. Como libros leídos han pasado los años decía el mismo Gil de Biedma de quien antes cité el Vals de aniversario. Una carta de amor puede adoptar formas diferentes. Esta es una de ellas. Feliz cumpleaños. Cien años como tú dices. Mil besos.
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