Cuando los hombres comenzaron a vestir camisas rosas

La primera manifestación de que el olor a macho ya no servía para atraer el interés pasional de la mujer fue el Varón Dandy. En todos los hogares, el botellón de litro pasó a formar parte imprescindible de los cuartos de baño, como señal inequívoca de que en la casa había, al menos, un aspirante a galán.

Luego vinieron los Beatles, y el pelo largo dejó de ser cosa de mujeres para enmarcar los rostros barbilampiños de los mozalbetes, en un gesto de modernidad sin menoscabo de la tan preciada hombría.

Poco a poco, a lo largo del siglo XX, los machos ibéricos fueron cambiando su pantalonuda mentalidad y añadieron a sus cuerpos detalles que en otro tiempo hubieran sido motivo del insulto de afeminado.

Pero no fue hasta que el color rosa llegó a sus peludos torsos, cuando se produjo el verdadero boom del cambio de forma de vivir y pensar. Cuando los hombres comenzaron a vestir camisas rosas y comprobaron lo bien que les quedaba ese color, se rompieron todos los tabúes.

Poco a poco se fueron destruyendo aquellos mitos que determinaban la supuesta virilidad, y se empezó a dar importancia al cuidado del cuerpo y de la imagen limpia y bella en el género masculino.

El pelo en pecho, piernas y axilas dejó de ser "de hombre" y por los salones de depilación comenzaron a caer aquellas mantas de vello que los cubrían, dejando al descubierto sus ocultos encantos, musculados en gimnasios y piscinas.

Hoy día los hombres se cuidan la piel igual que lo han hecho las mujeres durante siglos, se arreglan las uñas, se preocupan por tener dentaduras impecables, utilizan desodorante y huelen a colonia.

Un placer no solo para ellos, sino también para las féminas que con gran alborozo y satisfacción pueden ahora disfrutar del HOMBRE, y no del mono que aparentaba ser.

La virilidad, por fin, ha dejado de estar relacionada con elementos poco agradables, con los modos toscos y con el aspecto de osos pirenaicos.

Lástima que a mi ya me ha cogido con los ojos llenos de besos.