Alencart, poeta peruano-salmantino, ofrece a los lectores el pórtico que aparece en su libro 'Los éxodos, los exilios. (1994-2014)', publicado recientemente en Lima. Recoge la petición del pueblo salmantino de Boada, queriendo emigrar en masa hacia Argent
Pertenecemos a pueblos que no pueden (no deben) olvidar el "hoy por ti, mañana por mí". Aunque instalados en un lugar, cualquier nuevo crepúsculo bien puede torcer el arraigo, apagar el pequeño fuego que encendimos. Entonces nos asomamos a los ojos tristes del mar o al hangar de los aviones, haciendo averiguaciones de rutas y trabajos? Emigrar con el viento de la tristeza, llevar en los bolsillos no tierra, sino cenizas y lágrimas de la gente amada. Únicamente la piedra no se conmueve, sellada en su silencio. Pero el hombre, insolado hasta de noche, persiste en su éxodo hacia otro lado mejor que nada, hacia donde le den un aguinaldo humildoso, un pedazo de esperanza. Desde lejanos tiempos la migración grabó su hosco herraje en la piel de los seres humanos ? y en situaciones de guerra o de hambre ? y cuando la desocupación terquea ? entonces se destierran (se arrojan fuera) del suelo nativo, debatiéndose entre aquello que les partirá el corazón y un futuro que no festeje su muerte por anticipado.
Díganme el regresante.
Varias migraciones
me siguen con su sombra.
II.
No aprendemos; es que no aprendemos. Exilios y éxodos nos acompañan desde el fondo primero hasta hoy mismo: Moisés anotando que errantes y extranjeros seremos en la tierra; Horacio resaltando que, estemos donde estemos, somos extranjeros y peregrinos; Séneca aconsejándonos habitar en esta vida como quien debe emigrar; Pessoa sintiéndose extranjero en Lisboa y en todas partes; García Márquez, más de lo mismo: "Yo sí me he sentido extranjero en todas partes. La primera parte donde lo sentí fue en Bogotá. Luego me he sentido extranjero en todo sitio"?
Pero no siempre el exilio o el transtierro son sinónimos de experiencias negativas. Oigamos a Francisco Ayala: "Ahora que miro hacia atrás y aún contemplo con algo de claridad, creo que al exilio le debo todo". Y también a León Felipe, preñante poeta de ambos mundos: "América es la patria de mi sangre./ He muerto? y he resucitado./ ¿Entendéis ahora?". Para otros, inolvidable se graba la patria y les apabulla la nostalgia, como a Wang Wei, poeta chino del siglo VIII: "Tú que vienes de mi país natal debes saber muchas cosas: Cuando partiste, ¿el ciruelo había florecido delante de mi ventana?".
Corre mucho el corazón
al cruzar por la frontera;
entra a su patria primera
o a su tierra de elección.
III.
Si la expatriación es voluntaria o cultural, grato resulta el transtierro: eso me pasa a mí, privilegiado con mujer, hijo, trabajo y casa. Sin muletas para vivir, pero todavía sensible a los dramas humanos; todavía recordando de dónde viene uno, migración tras migración. El bisabuelo Pérez emigró de Asturias a Cuba (volvió, se casó y tuvo cuatro hijos); mi abuelo Alfredo y otros dos hermanos emigraron a Perú y Brasil (ninguno volvió, muriendo jóvenes o desapareciendo sin dejar rastro). Conservo copia de una carta escrita por el bisabuelo y enviada a la Amazonía boliviana, donde -tras quejarse de la falta de noticias del hijo- le cuenta que él dejaba de comer un día para poder comprar los sellos postales y enviar la carta esperada por sus padres.
Y qué de esos gallegos apellidados Troncoso, de donde saliera la abuela Maruja? Y qué del abuelo Pedro Alencar Alencar, quien emigró desde el secarral del nordeste brasileño hasta la lluviosa Amazonía peruana. Tal nomadismo está en mis genes. Pero yo soy un privilegiado forastero en todas partes, bien amparado -desde hace casi seis lustros- por la Universidad de Fray Luis de León, Diego de Torres Villarroel, Miguel de Unamuno...
Por todo ello, no puedo (no quiero) dejar que crezca musgo en mi boca, sin antes anotar este alegato por otros emigrantes (sean españoles -como mis ascendientes paternos- o de cualquier punto cardinal).
Unas gentes sí tenían lugar,
pero una sal y otra y otra sal
fueron secando las ramas.
(Esa vez fue hace mucho).
La migrancia estaba
gestándose para siempre.
IV.
La migración es una corriente perpetua: del pueblo a la ciudad, de la ciudad a otro país o continente. No se corta jamás y siempre habrá alguien, con su antorcha azul, guiando el paso de los que le siguen. A estribor y a babor iba la pobre gente; en vuelos baratos vino la gente pobre. Los más viven al filo de entusiasmos adversos, de agujeros por donde se les van los años. No se debe juzgar severamente a los que hoy están por aquí, porque otros de aquí han estado por allí y, ¿por qué no?, tal vez debamos salir de nuevo, mañana o pasado. Recordemos una carta, escrita hace más de un siglo. Todo un pueblo salmantino quería emigrar a la Argentina:
"Boada, Salamanca, 13 de Octubre de 1905.
Sr. Presidente de la República Argentina.
Excelentísimo y Honorable Sr.:
Sabiendo que a ese su gobierno le conviene el aumento de población con el objeto de colonizar el mucho territorio virgen que posee, y cultivar y hacer producir sus llanos y extensas pampas, conociendo el grande interés que tiene de favorecer la inmigración en su hermoso y productivo país, los que suscriben, Médico y Secretarios del Ayuntamiento y Juzgado Municipal de este pueblo del Reino de España, madre común de los habitantes de ambas naciones, tienen el atrevimiento y la honra de dirigirse a V.E. rogándole indique a ese gobierno si puede admitir un pueblo entero o la mayor parte de él con todas sus clases sociales, como son labradores, carpinteros, herreros, albañiles, médico, boticario, zapatero, etc... y en caso afirmativo, nos conteste con las condiciones y ventajas que pueda proporcionarnos.
Quedan de V.E. con la mayor consideración y respeto, affmos. s. s., Emilio Regidor, Secretario del Ayuntamiento, Carlos de Sena, Médico, J. Sanz Rodríguez, Secretario del Juzgado.
Este asunto pasa al Ministerio de Agricultura de la Nación".
V.
Éxodos van, exilios vienen. Causan alarma las migraciones en masa. A veces se alzan voces patrióticas en su contra. Pero, tal como desde dicho pueblo salmantino se respondió hace un siglo: "... que cuando en el país propio hay carencia de medios para trabajar, no es contrario al patriotismo emigrar a otro en que pueda uno conseguirlo...", así también alegaban los inmigrantes de hace poco, por estos suelos de Iberia.
Buenos Aires,
corazón de cinco esquinas
recibiendo lágrimas irreprimibles
del que llegaba en ayunas,
huérfano de esperanza.
Gran marejada
utilizó tu oxígeno
en un tiempo maravillado.
Se memora
tal intención profunda,
generaciones van,
generaciones vienen.
Hoy por mí, mañana por ti, por él, por nosotros, por ellos?
VI.
En Salamanca, y a orillas del Tormes que pasa por el villorrio de Tejares donde nació Lazarillo, escribí los cuadernos que ahora dejo para que conmuevan a algún corazón cercano o distante. Su gestación ha demorado veinte años: de tanto en tanto escribía un poema y quitaba otro, o lo reescribía. Salvo algunos, aparecidos en otros libros míos, todo es inédito. He borrado la espuma; he ajustado la agonía que retrataban. En sus cálices he ido encerrando cada óvulo fecundado. Casi siempre el "yo" que aparece no es mi propio yo. Otras veces el "tú" habla de mí: lo único cierto es que en estos poemas no hay ficción, más propio de la literatura. La poesía es obra mayor del espíritu: es vida revelada, confesión, quemante misterio sin renuncia de realidad?
Así pues, este libro trata de aquellos que viajaban (y viajan y seguirán viajando) como pájaros traspasando fronteras por obligación o necesidad. Lo escribí para recordar que éxodos y exilios acompañan al hombre desde los principios, y de un punto a otro del planeta. También para recordar una ley antigua que merece no derogarse jamás: "Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto" (Éxodo, 23:21).
Pido disculpas por alguna prosa de inventario, pero metáforas y sugerentes lirismos no resultaban suficientes para explicar que siempre es mejor fijarse en el hombre y no en su pasaporte.
Desde la diáspora, mi querencia
talla sus nombres con la premonición
de nuevos tornaviajes.
VII.
Dice Jacob, cuando empieza a resumir la historia de Israel: "Mi padre era un arameo errante". Hoy me corresponde decir: "Mis abuelos fueron emigrantes de España y de Brasil que encontraron cobijo en la selva de Perú". Y agregar: "Los abuelos de mi esposa fueron emigrantes de Portugal, Colombia y Brasil, que terminaron sus días en la selva boliviana". Para, finalmente, dejar bien anotado: "Mi unigénito nació en la bruñida Salamanca".
¿José Alfredo?
Un hijo, un milagro irrepetible,
una candela para otro existir.
Renacen las semillas de tantas migraciones: ya no son neutrales. No deben serlo. La puerta entreabierta resta algo de temor al desterrado. Hay quienes guardan su oro como reliquia o aval para ostentaciones varias. Otros, descendientes de pobres inmigrantes, guardan como un tesoro el billete de barco o el carnet de extranjería de sus ancestros.
Ése es mi caso: he ahí mi riqueza.
Febrero y en Tejares (2014)
ANEXO
CARTA DE UN PADRE QUE FUE EMIGRANTE A UN HIJO QUE ESTABA EN LA EMIGRACIÓN
Cabañaquinta, 10 de febrero de 1919
Sr. D. Alfredo Pérez
Cobija
Querido hijo, me alegraré que la presente te halle bueno por esta. Tu hermano y yo bien, tu madre regular desde la muerte de tu hermana, y la falta de no saber de vosotros acaba con ella poco a poco.
Querido hijo, llegó a esta Manuel González, de Avilés, el que me dijo que se había visto contigo en septiembre, y que estabas disgustado por no recibir cartas nuestras. Pues yo cada dos meses os escribo a los dos a Cobija. Mucho me extraña que vosotros no escribáis o que no se reciban vuestras cartas. Juan Zapico, que escribe todos los meses, reciben cartas de él, yo no creo que su padre haya sido mejor para él que yo para vosotros, en cambio me hacéis o nos hacéis sufrir mucho con vuestro silencio. Manuel Mejido, que escribió a sus padres, la recibieron. Todos, todos tienen la satisfacción de saber de sus queridos hijos menos nosotros que parece que nos tenéis olvidados. Cuando tanto trabajo os cuesta el escribir cuatro letras a vuestros viejos padres.
Muchas veces considero la diferencia de hombres a hombres. Yo, estando en Cuba, varias veces vendí el pan que había de comer para escribir a mis queridos padres. No quiera Dios que tengáis que hacer lo mismo.
Si os fuera posible, nuestro gusto sería que vinierais a esta aunque tuvierais que traer ciudadanía peruana o boliviana a la Quinta. Aquí el que quiere y puede trabajar hay modo de ganarse la vida, acaso mejor que en esa, y con más tranquilidad.
Recuerdos de Celedonio, un millón de abrazos de tu madre. Recibe el cariño que te profesa tu padre;
Antonio Pérez
PD. No estaré una hora tranquilo hasta no recibir una carta de cada uno de vosotros posterior al 11 de diciembre.
(Vale)
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