Sostiene Ernesto?
Sostiene Ernesto que, descartada la fuerza que impidiera la llegada a las costas de la Unión Europea de inmigrantes-refugiados -lo avalan motivos humanitarios, antixenófobos, políticos, sociológicos y solidarios-, sólo quedan dos alternativas; acogerlos o intentar buscarles acomodo en sus países de origen. Sin olvidar, por supuesto, perseguir a los tratantes que comercian con esas vidas. ¿Acaso no existe la INTERPOL?
Reclama Ernesto a las autoridades de la Unión Europea la puesta en marcha de un programa de recepción, ayuda e integración de estas personas que, tras correr un gravísimo riesgo, llegan a nuestros países demandando amparo. Debe fijarse el número de inmigrantes-refugiados que puede absorber cada estado miembro sin que se resientan las prestaciones sociales a sus ciudadanos, ni se colapsen los servicios de su sanidad pública. La solución no puede demorarse. Estos políticos, tan clarividentes y talentudos en otros temas, tienen que parir sin más dilación el plan que permita a estos refugiados emprender una nueva vida, y evite que se sumen a la marginalidad de algunos colectivos en los barrios-guetos suburbanos de las grandes ciudades.
Defiende Ernesto que, probablemente, las medidas que acarrearían menor desarraigo (y dolor), sería establecer las condiciones precisas de seguridad y cobijo que hicieran innecesaria la huida hacia los azares de unos destinos siempre dramáticos y, en ocasiones, trágicos. Según él, la Unión Europea está obligada a ser la principal artífice de la solución, puesto que es parte del problema. ¿Cómo? El Parlamento de Estrasburgo debe aprobar los fondos necesarios para instalar y mantener en los países en conflicto zonas protegidas con sanidad, educación y viviendas dignas que cubran sus necesidades básicas. La gravedad de la situación deja ridículo al 0´7% que antaño no lograron.
Paralelamente, la diplomacia de la Unión tiene que conseguir de la ONU una total colaboración por parte de ACNUR, PMA, CERF, UNICEF y del Consejo de Seguridad (Francia y Gran Bretaña son miembros permanentes), hasta alcanzar la inmediata respuesta humanitaria y el envío de una fuerza internacional de seguridad. Ya lo han hecho en otras ocasiones.
En los países subsaharianos urge una política transparente de redistribución de fronteras, de obras públicas (infraestructuras), de control del terrorismo, de sanidad y educación, y de explotación moderna de sus recursos, costeada por la Unión Europea. Cueste lo que cueste hay que llevarles pan, tajo y escuelas. Es imprescindible crear trabajo y elevar el nivel de vida de aquellos pueblos, al tiempo que se pone luz y taquígrafos a las grandes compañías que operan en esos territorios. La zona no soporta ni más expolios, ni más basura de Occidente, ni más tiranos de opereta, ni más corrupción.
¿Nadie recuerda el "Plan Marshall" para la reconstrucción europea, o la famosa "Alianza para el Progreso" con su leche en polvo y su queso amarillo (entre otras ayudas) que vino a España?
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