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Noches de fin de fiesta y ciclogénesis musical: SFUNK y Freedonia
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por charo alonso

Noches de fin de fiesta y ciclogénesis musical: SFUNK y Freedonia

Actualizado 16/09/2015
Charo Alonso

El Liceo se puso en pie, aplaudió, gritó, pateó? De repente la música nos hace mejores (GALERÍA DE FOTOS)

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Ni las rachas de viento y lluvia ni la tristura gris de un martes de fin de fiesta pudieron con la última de la magnífica propuesta "Noches de?" que nos ha acompañado a lo largo de las Ferias y Fiestas. Todos hemos tenido lo nuestro, por eso los que terminamos sentados en las butacas del teatro Liceo ?al abrigo de los elementos, muy aliviados por muy hermoso que sea tocar en la Plaza Mayor salmantina- teníamos ganas de conjurar el cierre del verano. Y tanto lo cerramos que casi hundimos este edificio magnífico, teatro desde 1882 construido sobre las ruinas de un antiguo convento, San Antonio el Real, y un palacio cuyos restos queda en el muro posterior del escenario que actúo de inmejorable telón de fondo y en una cúpula que ya nadie ve y que apareció, sorprendente y hermosísima cuando se rehabilitó el edificio inaugurado en el 2002.

El Liceo se puso en pie, aplaudió, gritó, pateó? primero con la calma in crecendo del grupo salmantino SFUNK, música soul, disco y funky para constatar de nuevo que las lentejuelas, las pericias vocales y el falsete están de moda. El grupo de Alberto Palomares sigue teniendo esos metales cada vez más poderosos de la mano de Héctor Tavera, Jesús

Campo y Arturo Carabias, una batería siempre presente, la de Jorge Navarro, la guitarra de Michel Núñez y sobre todo, los teclados y las voces de Gabi Sánchez y la fuerza escénica de Marian Fonseca y Nate Johson. Para quienes ya les conocemos y disfrutamos de esa coreografía vocal y musical que consiguen con cercanía y oficio, este concierto fue un hito porque cada uno de los músicos se superó a sí mismo en un ejercicio de entrega muy particular. El escenario y la ocasión lo requerían, así como el grupo al que precedieron, un conjunto que rompió los moldes y amenazó con desprender de su fabuloso techo, la araña de cristal que domina la platea.

Porque Freedonia es algo más que un grupo de música negra. Es toda una declaración de intenciones. Lejos de las grandes compañías de música, lejos de la SGAE, los miembros de la banda crean sus composiciones, actúan y disfrutan al margen de la industria, controlando ellos mismos el proceso creativo con aportaciones de sus fans y constantes actuaciones. Un grupo que toma su nombre de la república ficticia de Groucho Marx no podía ser más que otra cosa: músicos con la exquisita educación y prestancia de los intérpretes negros, con sus trajes, sus corbatas, su bien hacer casi pulido y de repente, la salida de tono, el disfrute, la juerga bien llevada? y sobre todo, una ejecución absolutamente magnífica, ni una sola nota fuera de su sitio, ni una sola partitura, guía, vacilación? músicos en estado puro que se dejan devorar por una vocalista que, sencillamente, no tiene definición. Maika Sitté es una fuerza de la naturaleza, una diva del soul de los 60 capaz de poner a todo el público de pie, capaz de bailar con toda la fuerza de un continente, el africano, y a la vez, mantener un nivel vocal no solo sobresaliente, sino casi inhumano. Esta bestia del escenario, entregada, divertida, desgarrada, excesiva, genial, sudorosa, elegante, sinuosa? es una auténtico descubrimiento que sencillamente, no agotó con su entrega, con su forma de vivir la música de su grupo y su deseo de que todos vivamos la vida a nuestra manera.

Freedonia no es un grupo, es una declaración de intenciones. Por eso graba vinilos, por eso usa el sonido en directo y en analógico, por eso tiene una vocalista fuera de serie que deja a los músicos su espacio y se devora el escenario en cuanto emerge su cuerpo de pantera y su voz de todo un continente. Ha sido la mejor forma de cerrar un fin de fiesta magnífico, agotador, fabuloso. De repente, el Liceo tiene la pátina de sudor de quien se trabaja el concierto hasta el agotamiento. De repente la música nos hace mejores. De repente nos entregamos a lo que verdaderamente tiene importancia y parece fácil ahí, desde este escenario fabuloso. De repente creemos en nosotros mismos. Y sí, todos somos uno. Libres, habitantes de la república de Freedonia.

Fotos de Fernando Sánchez Gómez

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