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La Universidad y las corridas de toros
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La Universidad y las corridas de toros

Actualizado 13/09/2015
Paco Blanco Prieto

El Estudio salmantino promovió estatutariamente la fiesta nacional, gustando correr toros en las colaciones universitarias de doctorado.

Tal vez por estar enclavada en tierra de encinares, donde campa la ganadería de ganaderos que vitaliza el campo charro con toros bravos de prestigiosos hierros; quizás por afición tradicional de sus dirigentes; o por contaminación de reyes aficionados a las cacerías, lo cierto es que la Universidad salamantina mantuvo durante siglos la presencia de corridas de toros en festejos académicos, poniendo más énfasis en la destreza de los lidiadores que en el sacrificio de los astados.

No solo asistían los claustrales a festejos taurinos organizados por gremios y cofradías, sino que la Universidad promovía corridas en las colaciones de grado de doctor, estableciendo reglamentariamente el número de toros a lidiar y el tipo de lanzas, garrochas, lancetas y banderillas que debían utilizarse en la matanza, mostrando una vinculación al tal divertimento de dudosa afinidad con la Institución académica, más acorde con almas combativas de militares medievales que con espíritus propios de profesores y alumnos de estudios humanistas universitarios.

Los datos de festejos taurinos en las colaciones de grados se remontan a los tiempos en que el Hermoso sedujo a la Loca antes de morir, autorizando el Cancelario en el claustro celebrado el 25 de enero de 1507 que se celebrara el doctorado del licenciado Monleón con la pompa tradicional que se venían festejando tales actos antes del fallecimiento de Felipe.

Estando el domingo 14 de febrero de ese año paseando a caballo el doctorando por las Escuelas Mayores como era preceptivo, se presentó el Sexmeros y Procurador de la ciudad, Diego de Segovia, pidiendo que no se corrieran toros para guardar la memoria del Hermoso fallecido, negándose la Universidad a ello por tratarse de un homenaje al finado y gratitud a Dios por el buen alumbramiento de la infanta Catalina de Austria, hija póstuma de Felipe, nacida el 14 de enero.

En los Estatutos universitarios dictados en 1561 por Covarrubias, se autorizaba a correr dos o tres toros en los actos ya mencionados, pero a partir de la segunda mitad del siglo XVII y todo el XVIII, -época pródiga en escándalos, luchas y motines- se propuso que en el ceremonial de las colaciones de doctorados se lidiaran diez toros a muerte, como mínimo.

Además, la Universidad tenía reservados amplios balcones en la Plaza Mayor de la ciudad, donde se acomodaban los rectores, profesores, eclesiásticos y músicos, para presenciar las corridas de toros desde casas antiguas de la Plaza, como demostraron el escudo y corona que allí fueron encontrados al reformarla el maestro Quiñones, pertenecientes a la época de los Católicos Reyes.

Desde la balconada arrojaban a los lidiadores ropa, obsequios, confites, bizcochos, barquillos y grajeas, siendo los asistentes tan pródigos en regalos que los envíos desde tan singular "tendido", fueron prohibidos en el siglo XVIII, según consta en el folio 15 de Libro de Claustros de 1718.

Digamos, finalmente, que las corridas eran promovidas, aplaudidas y bien vistas si los lidiadores eran hombres, porque con las mujeres la intolerancia era evidente, como se puso de manifiesto ese mismo año en una corrida organizada por la Orden Tercera del Carmen en la que intervenía La Pajarera, una rejoneadora cuyas habilidades solo presenciaron cuarenta y un claustrales a título personal, sin implicar al Estudio en el festejo.

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