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¿Hay Selección más allá de la Roja?
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¿Hay Selección más allá de la Roja?

Actualizado 12/09/2015
Rafael Muñoz

Desconfiaba de todo, incluso de sus propias palabras; demasiados avances. Objetos insertados en el cuerpo (implantes, pendientes, anticonceptivos) como parabólicas podían estar captando mensajes, sustituyendo las propias palabras por otras, dando instrucciones. No se podía saber. Abrías la boca y podía traicionarte con mentiras, con despistes, con actitudes y palabras que no eran tuyas. Tus palabras podían ser perfectamente viejos programas de radio que emitiesen desde los empastes de las muelas o llamadas de taxi alojadas en el pabellón de la oreja. Lo que describías como real podía ser una fotografía, una imagen de la revista Life que te obligaban a vivir e imitar. Tal vez los cuerpos enteros podían caer en manos de un ventrílocuo. Tal vez podían ser aproximados. Podías sentarse en el regazo de algo y limitarte a mover la boca. Podías tener miedo.

Lorrie Moore

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Las viñetas gráficas pertenecen al grandísimo dibujante e ilustrador Ricardo Siri LINIERS

Sigo enredados con las vueltas. Ya hablamos de ello hace algunas semanas: la vuelta al cole, al trabajo, a la normalidad (!?); pero me faltaba otro regreso, vinculado en este caso con los libros, ojalá que también con las lecturas. Me refiero a la conocida como rentrée literaria, que por estos lares, a diferencia del país vecino, se manifiesta entrando en octubre, y extiende la presencia de letra impresa hasta casi tocar a otro retorno, el de volver a casa por mor de los turrones.

La irrupción de novedades en el país galo se calcula 589 títulos en este mes de septiembre (en puridad comienza a mediados de agosto), y sólo hablando de novelas nacionales y extranjeras: es un verdadero espectáculo, difícil de describir y que produce sentimientos encontrados, contemplar los espacios que las grandes librerías dedican a esta profusión de letra escrita. Aquí la cosa tiene otra presencia: será cuestión de mercado.

Por otro lado, ocurre que de nuevo el azar marca su pauta a la hora de encontrarme con todos ustedes, y en paralelo a lo que acabo de contarles, leo, en el universo siempre generoso de los amigos que se mueven por las [Img #423532]redes sociales, una referencia a una sorprendente noticia: en una librería de nombre Morioka Shoten de Ginza, situada en Tokio, cada semana se pone a la venta un único libro, que cambian por otro a la semana siguiente. Parece ser que cada tarde se organizan actividades en torno al título elegido, que van desde encuentros con el autor hasta exposiciones y actividades relacionadas de alguna manera con el escritor, su obra y su contenido. Y todo ello referido de forma exclusiva a ese libro que, como es obvio, es el único que se puede adquirir durante esos siete días.

La idea no es nueva, recuerdo haber leído a principios del año 2000 un artículo de Vargas Llosa donde hacía referencia a una librería, la Holden Libri, abierta por el conocido escritor Alessandro Baricco, y donde contaba el autor hispano-peruano: ha sido concebida de tal modo que todos los libros que en ella se venden resulten accesibles a sus compradores, porque cada uno de ellos viene acompañado de un padrino (o una madrina) que los describe, explica y promueve a lo largo de tres minutos, en unas grabaciones que los potenciales compradores pueden escuchar en unos auriculares, como en las tiendas de discos.

La idea era (lo escribo en pasado porque la librería desapareció como tal, aunque el autor de Seda sigue desarrollando otras propuestas de lectura y escritura a través de su Scuola Holden), que se hablara del libro mediante la voz 'experta' de personas vinculadas con la lectura, que recomendaran con selectivo criterio cada uno de los veintiocho títulos (ni uno más ni uno menos) que estarían a la venta, y que se irían renovando, de diez en diez, al paso de cada mes.

Al comentar estos dos curiosos proyectos, ya habrán notado que estamos hablando de selección, de desbrozar el camino y escoger ante la ingente publicación de títulos, aunque algunos defiendan su multitudinaria presencia bajo el epígrafe publicitario de que una gran oferta permite mayor variedad a la hora de elegir; vamos, igual que cuando comenzaron a funcionar las cadenas privadas de televisión. Es como aquello de sacralizar 'al libro', así, en general, creer que su omnipresencia (por lo prolífica) viene a ser como un tótem divino, que por el solo hecho de 'estar' nos salvará a todos de cualquier contingencia iletrada.

'Dar de leer', como el que pone la comida en la boca de otros puede no ser suficiente, quizá habría que habilitar a esa otra lectura seleccionada que faculta la perplejidad, el deseo, el desequilibrio, la búsqueda de indicios y la construcción del sentido, según decía Graciela Montes, y eso, insistimos, no lo procura cualquier libro o lectura.

La lectura supone siempre elección: un consumidor y un lector no son lo mismo, puntualiza la escritora argentina. Como tampoco deberíamos asociarla de manera exclusiva al 'entretenimiento', olvidando lo que tiene conocimiento y búsqueda.

¿Estamos hablando entonces de 'adelgazar' el número de publicaciones?

No diría yo que no, pero sin llegar a los extremos libreros aquí expuestos. Lo que sí parece perentorio, urgente, es poder contar con personas y estructuras que sepan 'acercarnos' aquellos textos que, según Gustavo Martín Garzo, al leerlos sintamos que alguien nos mira en secreto. Palabras que clausuran una pequeña historia que el poeta Thomas Hardy recoge en un poema y que el escritor vallisoletano nos recuerda con esta hermosa imagen de curiosidad y entrega, dos elementos fundamentales a la hora de 'entrar' en un libro:

El poeta está en su casa, y siente cómo alguien se aproxima cada noche a ella. Descubre que es un ciervo. Un ciervo que ha cogido la tímida costumbre de abandonar el bosque para acercarse a su casa y extasiarse ante las ventanas iluminadas por el fuego. Y el poeta descubre que vive para esperar cada noche es momento. Leemos buscando la mirada de ese ciervo. Nunca sabremos por qué se acerca, ni lo que quiere de nosotros, pero nada hay más hermoso que sentir su proximidad en la noche. Eso es leer, sentir que alguien nos mira en secreto, aunque no sepamos para qué ni lo que viene a pedirnos.

¿Y quiénes son? ¿dónde se encuentran estos 'magos' mediadores?

Hablamos de bibliotecarios, profesores, libreros?, que como una suerte de padres y madres entregados buscan, escogiendo, espigando, la vinculación que ejercen las buenas historias con sus hijos. Profesionales que conforman pequeñas organizaciones, que creen en la fuerza de la palabra, la propia, la que necesitamos cada uno, no la impostada que denuncia al principio de este texto Lorrie Moore.

¿Y qué buscamos en ella?

No tener la terrible limitación de quien vive sólo de lo que puede tener un sentido, escribe Clarice Lispector, añadiendo: poder coger con la mano la palabra. ¿La palabra es un objeto? Y a los instantes les extraigo el zumo de la fruta; tengo que destituirme para alcanzar el meollo y semilla de la vida. El instante es semilla viva.

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Rafael Muñoz

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