Cuando vi tu cuerpecito inerte, cadáver ya, en esa playa turca, comprendí que este mundo no tiene remedio. Qué le vamos a hacer, nos ha tocado esta y quedamos muy mal los que nos llamamos seres humanos, tal vez deberíamos suprimir el adjetivo y llamarnos secamente seres porque, eso sí, estamos vivos, pero de qué manera.
Cuando vi tu cuerpecito inerte, cadáver ya, sentí vergüenza de ser ciudadana de ese engendro que llamamos Unión Europea, que cada vez más no sé para qué sirve, bueno sí lo sé: para engordar nuestros bolsillos al tiempo que miramos a otra parte cuando a nuestras puertas llegan refugiados víctimas de terribles atropellos políticos. De qué sirve esta Unión Europea, que ni es unión ni es europea porque hace dejación de los mejores valores de Europa, que es otra cosa.
Cuando vi tu cuerpecito inerte, cadáver ya, volví a sentir rabia por la disparatada política internacional, hecha de mentira y manipulación, que condujo a una guerra absurda en Irak de la que aún hoy políticos como Tony Blair tienen el cuajo de defenderla cuando sabemos que ninguno de los argumentos de los belicistas ha sido ratificado por la realidad y cuando se violaron las reglas básicas del derecho internacional. De aquellos polvos, estos lodos, y el avispero que se desencadenó desde entonces en esas tierras lejanas ahora nos lo tragamos aquí sin comprender nada y aterrorizados porque pone en jaque nuestro bienestar material.
Cuando vi tu cuerpecito inerte, cadáver ya, supe que estamos a las puertas del abismo, como otras veces en la Historia, y temí que como casi siempre en estos casos, los políticos que dicen representarnos se engrescaran en discusiones interminables y no pusieran en práctica lo único razonable: afrontar el problema con todas sus consecuencias, ir a su raíz, no escondernos y explicar a una ciudadanía temerosa y cobarde por qué está ocurriendo lo que está ocurriendo.
No, no es por la democracia, como los enemigos de esta quieren siempre hacernos creer, es por su mal uso, por no aplicar las medidas necesarias, como ocurrió en el pasado siglo y la suicida dejación de aquellos políticos condujo al horror: porque democracia no es logomaquia ni demagogia sino poner solución responsable y realista a los problemas que nos acogotan.
Cuando vi tu cuerpecito inerte, cadáver ya, me dije qué estoy haciendo yo por cambiar esta mierda de mundo en el que vivo. Me sentí mal viéndote así, niño sirio, inocente absoluto, mientras nos quedamos en la mala conciencia, si acaso. Me pareció indecente que nos preocupen tanto nuestros niños, y está muy bien que así sea, y tan poco tú, niño sirio refugiado. Seguro que alguna vez soñaste con ser feliz, pero yo y todos no hemos hecho nada para ayudarte a conseguirlo.
Marta FERREIRA
Foto: agencia reuters
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