Tan solo una tecla, una palabra que muchos han hecho formar parte de su vida cotidiana y otros lo harán en algún momento, 'retuit'.
Pulsar este símbolo mueve el mundo, queridos amigos, y lo está moviendo mientras os peináis, hacéis la cena o fumáis un cigarro. La constante fluidez con la que discurre el lenguaje de la contemporaneidad es cuanto menos vertiginosa y más allá, ilimitada.
Millones de personas estarán jurándose amor eterno sin mirarse a la cara vía 'whatsapp', otros cerrarán un importante negocio sin ni si quiera tener la necesidad de empuñar un bolígrafo para firmar, algunos, y no pocos, despotricarán sobre la forma de gobierno de su país y crearán una masificada polémica, incluso habrá aquellos que dediquen unas desgarradoras palabras de nostalgia existencial para otros miles que se sientan identificados...
Y todo esto para ahorrar 'tiempo' pero, ¿no es el tiempo esa sucesión de momentos que podemos ver, oler, tocar y saborear? ¿Y si por estar prestando atención a una frase reveladora de nuestro 'TuitLine' no vemos una irrepetible puesta de sol, o apenas apreciamos el olor del pan recién hecho, o no posamos nuestros dedos sobre el pelo de aquella persona que amamos o al pasar por una heladería no probamos el nuevo sabor del verano? En vez de vivir, leemos la vida, o lo que creemos que es la vida. Incluso somos tan valientes de escribirla en apenas unas frases en la 'Bio' de nuestro perfil. Levantamos la vista de vez en cuando y nos inspiramos para 'tuitear'. No importa si no ha pasado, o si no tiene sentido, o si lo tiene y lo expresamos mal, o si lo expresamos bien y parecemos poetas... Sencillamente damos alas a unas palabras para que viajen fuera de nosotros, el dónde nos es ajeno, ajeno y a veces demasiado lejano. Pocas veces nos preguntamos si estamos derrochando pensamientos por una borda que va a parar a un vertedero, en el que a nadie le importa el valor de unas palabras cuya esencia se ha perdido entre tantas otras. ¿Cómo podremos saber si nuestra conciencia está a salvo navegando a la deriva de tan inmenso mar? ¿Cómo saber si por medio de esos mensajes instantáneos nos estamos uniendo en el pensamiento o separando cada vez más de nuestro verdadero lenguaje? Porque, siendo cierto que el lenguaje consiste en palabras, también lo es que éstas pueden llegar a verse vacías si no van acompañadas de una mirada. En cambio, son tan poderosas en sí mismas que da la sensación de que nos pueden llegar a mirar muy dentro. Son tan misteriosas que han adoptado diferentes formas y medios durante años y sin ellas nuestra existencia sería mera supervivencia animal. Han evolucionado de nuestra mano, de la misma con la que un día aprendimos a escribir. Y ojalá nunca olvidemos que escribir es pensar. Piensa lo que escribes, y no escribas todo lo que piensas.
Atentamente, las palabras que vuelan.
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