En el capítulo tercero de su encíclica Laudato si', el Papa Francisco nos invita a repensar la Raíz humana de la crisis ecológica. Es cierto que la tecnología ha aportado al hombre muchos medios que facilitan la vida y el manejo de la naturaleza, pero puede ser utilizada en contra del ser humano y de la misma naturaleza (LS 101-105).
La encíclica enumera tres aspectos que han de ser considerados a la hora de juzgar el origen y el desarrollo de la crisis ecológica.
? En primer lugar el modelo científico-técnico justifica el ansia de dominio, la extracción del mayor beneficio de las cosas y la idea de un crecimiento infinito e ilimitado. Nos hemos creído "la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta" (LS 106).
Y, con todo, "la gente ya no parece creer en un futuro feliz" y "toma conciencia de que el avance de la técnica no equivale al avance de la humanidad y de la historia" (LS 113). Así que habrá que "aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera" (LS 114).
? En realidad, el ser humano parece tratar de suplantar a Dios, ignorando que "con ello provoca la rebelión de la naturaleza" (LS 117). Por paradójico que parezca, se niega todo valor al ser humano. "Pero no se puede prescindir de la humanidad. No habrá una nueva relacion con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología" (LS 118). No se puede respetar la naturaleza, sin respetar al prójimo y sin reconocer la dimensión trascendente del ser humano (LS 119).
? Hoy el hombre piensa que su libertad es el origen y el árbitro del bien y del mal. Por eso vive y propone un relativismo práctico. Por eso se actúa con tanta irresponsabilidad en el medio ambiente y se llega a la manipulacion del ser humano y hasta la compraventa de órganos humanos (LS 122-123).
? Hay que preservar el derecho al trabajo, procurando trabajar como colaboradores del Creador, no como destructores de su creación. Por eso añade el Papa Francisco: "El trabajo debería ser el ámbito de este multiple desarrollo personal, donde se ponen en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyeccion del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración" (LS 127).
? El Papa piensa que hay que aplaudir el proceso actual de la innovación biológica a partir de la investigación. Pero recuerda que es preciso preguntarse por los desafíos éticos que plantea la experimentación con animales (LS 130), el desarrollo de organismos genéticamente modificados (LS 133), la creación de cereales transgénicos (LS 134) y, sobre todo, la experimentación con embriones humanos vivos.
Una conclusión parece evidente: "La técnica separada de la ética difícilmente será capaz de autolimitar su poder" (LS 136). Los límites y la orientación los impone el respeto a la dignidad de la persona humana.
José-Román Flecha Andrés
SIERVOS DEL SILENCIO
Domingo 23º del Tiempo Ordinario. B.
6 de septiembre de 2015
"Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará". Cuatro asombrosas promesas que se proclaman en la celebración de la eucaristía de hoy (Is 35, 4-7). Las cuatro evocan situaciones de una cierta incapacidad que afecta a los ojos, los oídos, los pies y la lengua.
Es interesante recordar que con estas palabras anunciaba el profeta Isaías el final de la esclavitud de los hebreos en Babilonia. Como se puede observar, la liberación social y política se manifestaba con imágenes que reflejan otra servidumbre: la de la persona que sufre la incomunicación total o parcial con sus semejantes.
A pesar de pregonar la libertad, también nuestro mundo vive en la esclavitud. La humanidad no logra ver el bien que tiene delante. No escucha el lamento de los hermanos, ni las palabras que podrían darle consuelo. No dirige sus pasos hacia las metas de la esperanza. No llega a entonar las canciones que realmente pueden alegrar la vida.
OÍR Y PROCLAMAR
También el evangelio de este domingo nos presenta a un hombre que sufre una cierta discapacidad (Mc 8,31-37). Se trata de una persona sorda, que solo logra expresarse con dificultad. En el evangelio hay algunos detalles que merece la pena subrayar.
? El sordomudo nos parece sumido en una lamentable dificultad para tomar decisiones. Su sordera le ha llevado a perder su autonomía. De hecho, son otras personas las que lo presentan a Jesús y ruegan al Maestro que le imponga las manos.
? El texto subraya la importancia de los gestos corporales de Jesús. El Maestro aparta de la multitud al sordo, como para ayudarle a encontrarse consigo mismo. Utiliza el lenguaje de las manos para hacerse entender. Mira al cielo y suspira para indicarle de dónde viene la fuerza que le salva. Y le dirige una palabra que es una orden y una revelación: "Ábrete".
? El mensaje que nos transmite este texto evangélico no se despega del hecho, pero se convierte de pronto en una "buena noticia": solo aquel que es la Palabra puede devolver al sordo la capacidad de oírla y el valor para proclamarla sin dificultad.
UN ENCUENTRO
El papa Benedicto XVI decía que la fe no se apoya en lecciones ni en razones. La fe nace de un encuentro vivo con Jesucristo. También en el evangelio de hoy asistimos a un encuentro entre la Palabra y la sordera. Un encuentro que nos interpela a todos. Y que nos hace apreciar el testimonio de la multitud que presenció el encuentro:
? "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos". Que el Señor toque nuestros oídos, quite los tapones que los cierran y sane nuestra sordera. Eso es lo que necesitamos para creer, puesto que "la fe entra por el oído".
? "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos". Todos los cristianos hemos oído alguna vez la palabra de Dios. Pero no siempre hemos tenido el valor y la lucidez para anunciarla, También necesitamos que el Señor nos toque con su saliva.
- Señor Jesús, líbranos de la servidumbre del silencio. Queremos acercarte a los hermanos que no han oído tu voz. Y queremos también que abras tú cada día los oídos de nuestro corazón y pongas en nuestros labios la belleza salvadora de tu palabra. Amén.
José-Román Flecha Andrés
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