Buena la ha liado la oposición al PP con el proyecto para que el Tribunal Constitucional pueda hacer efectivas sus sentencias. Al margen de lo electoral o no de esa medida, lo cierto es que hay instituciones, como la Generalitat de Catalunya, que han venido pasándose por el forro sus resoluciones.
Si en un país los propios políticos pueden incumplir las decisiones judiciales como si nada ?incluso las del máximo órgano jurisdiccional?, ése es un país no sólo con inseguridad jurídica, sino profundamente injusto.
Lo cierto es que aquí no nos gusta respetar nada: ni las leyes de tráfico, ni los plazos de entrega de un trabajo, ni el silencio nocturno en los lugares de veraneo? Por eso mismo, el entonces alcalde madrileño Tierno Galván pudo decir impávido en su día que "las promesas electorales están hechas para ser incumplidas". Muchísimo peor fue la reciente frase de un descerebrado político del PP: "Las leyes son como las mujeres, están para violarlas".
Sin llegar a ese nivel de salvajada verbal, el alcalde de Puzol ha cambiado en su municipio la letra del himno valenciano para así no "ofrendar nuevas glorias a España", tal como viene proclamando el texto de la canción desde hace más de cien años.
Ante este suceso y otros incumplimientos legales por parte de alcaldes de su coalición gubernamental, el presidente valenciano, Ximo Puig, no ve que haya "ningún problema con los símbolos" institucionales, ya que sólo son hechos "absolutamente singulares". Con ese mismo razonamiento, podría argüirse que un homicidio no resulta reprobable a no ser que se trate de asesinatos en masa.
El fondo de todo esto es el mismo: cumplir la ley viene a ser una tontería. En nuestro país lo han entendido perfectamente los evasores tributarios: dejan de pagar a Hacienda, ocultan su patrimonio en paraísos extranjeros y periódicamente se acogen a generosas amnistías fiscales. Una vez acabado el proceso, vuelta a empezar.
Ante eso, ya me dirá, querido lector, qué hacemos usted y yo cumpliendo las leyes. Parecemos hasta tontos?
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