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Canción de cuna para Aylan
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Yo también fui emigrante...

Canción de cuna para Aylan

Actualizado 06/09/2015
Ángel de Arriba Sánchez

Yo no sé si en estos Damascos de fuego y trueno, las mujeres bañan a sus hijos con patitos de goma.

Ignoro también, si los niños de esas encendidas tierras chapoteaban en la espuma olorosa con ellos.

Por no saber, no sé si los padres, viendo la plaga de la época, cuentanarrow-10x10.png a su familia, en la hora del sol de ceniza, y sobre el pan que les trajo el día, de trayectos por los dibujos de los atlas escolares.

Y si cumplidas sus oraciones, se sientan en el borde de las camas de sus niños, y les hablan de Aladino, de mágicas alfombras en los que huir de la guerra, o de aquel Simbad de marinas barbas y muchos prodigios, u otras mil y una historias paraarrow-10x10.png convocar su sueño.

Yo, no sé.

Pero he sabido que las palomas mensajeras del oriente se pierden cuando quieren llegar al Canadá, aquel de tantos peregrinos. Y que Europa duerme y olvida con sus cuentosarrow-10x10.png de metal.

He sabido, sí, un día, en la hora en la que los gallos hacen gárgaras en su gaznate con la aurora, y en la que los periódicosarrow-10x10.png nos quitan las legañas, de Aylan Kurdi.

He conocido de gentes que andan comoarrow-10x10.png boyas en el mar de sus sueños, de marenostrums, y de los maresuyos de la política internacional.

Vi la foto de un crío al que le había salido la blanca sombra de los héroes, de los intrépidos, de los que leen cuentosarrow-10x10.png..., de los ahogados. Y me quedé parado; como tú, como el otro, como casi todos. Me dieron ganas de nadar por las páginas para saber más, y de gritar pidiendo remedio, y de pedir, que le pusieran al crío una mantita zamorana, que fuera verde como el trillado verde de la esperanza, y unas sábanas rosas de franela, que la muerte se nos viene siempre con los fríos del invierno, por ver si me resucitaba en los ojos.

Y, qué cosas, el chiquillo, allí, sobre las sábanas de arena, destapado de la manta de espuma, durmiendo boca abajo, desatijado como quien se revuelve en un sueño que no acaba de controlar, empezó a resucitar cosas.

Pienso ahoraarrow-10x10.png, que acaso el niño sonreía cuando su padre le llevaba sobre sus espaldas por el camino de los mapas, cuando vio que su madre Rehan sacaba en el exilio unos dátiles de su fardo, y el siempre nutricio alimento de su sonrisa.

Acaso, pensaba también, el pequeño Aylan, viendo el brillo en los ojos de sus hermanos mayores cuando les subieron al bote de goma, pensó que el gran mar era una bañera, y aquella embarcación en la que ibanarrow-10x10.png, el patito soñado para navegar al fin las pompas del jabón.

Total: ¿Qué le iba a pasar si iba con su madre que olía a cedroarrow-10x10.png del Líbano, y a su padre que todo lo sabía?

Pero lo que no sabía Aylan, y saben los teletipos, es que estaba llamado a convertirse en un arquetipo picassiano contra las guerras como del Guernica, en un hito del fotoperiodismo, en un flash de portada; y la suya, la historia de su madre y hermano Galip, de otros tres niños y 7 adultos que vomitó el mar en una noche de septiembre, serían al fin la voz, el grito, dijo Nilüfer Demir, la periodistaarrow-10x10.png que difundió la foto de la playa, de tantos fallecidos en igual odisea humana.

Así, la imagen de un niño de tres años en la posición de un sueño revuelto, se había convertido en personaje de cuentoarrow-10x10.png de esos que relatan las generaciones a los suyos cuando la luna se afila en las ventanas.

Y en héroe, pues él, ha abierto caminos, ha salvado a los demás de las estaciones estancas. Aylan no alcanzaría a imaginar en su mejor fantasía, que iría volando en la alfombra de la red que todo lo visita, ni que haría prodigios políticos dignos de Aladino, ni hazañas marinas como aquel Simbad, ni que su blanca sombra de celulosa por los rotativos abriría los despachos administrativosarrow-10x10.png cerrados a cal y canto por las aduanas.

Ni que su silencio de goma y sal sería una canción de cuna paraarrow-10x10.png despertarnos, a ti, a mí, a Europa, al mundo, del naufragio humanitario en el que dormíamos.

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