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El Evangelio de la creación
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El Evangelio de la creación

Actualizado 30/08/2015
José Román Flecha

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En su encíclica "Laudato si", sobre el respeto a la casa común, el Papa Francisco dedica el capìtulo segundo a comentar los textos bíblicos que se refieren a la creación. Muchos se preguntarán por qué hablar de fe en un documento sobre la ecología. Pero la fe puede ofrecer una luz sobre este tema. Por ser humanos hemos de cuidar el ambiente del que formamos parte. Por ser cristianos tenemos un deber con la creación y con el Creador.

Vivimos en relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Y cada una de esas relaciones influye sobre las otras dos y sobre nosotros mismos. Ahí radica la posibilidad de nuestra armonía. En esa triple relación es deseable que vivamos como señores, como hermanos y como hijos.

Recordando las palabras del Dios Creador, explica el Papa que "Dominar la tierra" no significa destruirla a nuestro antojo y por nuestro interés, sino que nos exige labrarla y cuidarla. Es más, la misma Biblia pedía a los hebreos que durante la celebración del sábado, dejaran descansar también a su asno y a su buey, y les mandaba respetar los nidos de las aves, los huevecillos y los pichones.

Un profundo sentido ecológico tiene también la institucion del año sabático judío, en el que también la tierra ha de guardar un descanso. Por otra parte, algunos salmos inspiran la oración del piadoso israelita, de forma que pueda alabar al Dios Creador por la belleza y magnificencia de su creación.

En consecuencia, se puede decir que en la espiritualidad judía y cristiana, la creación es algo más que naturaleza, puesto que se inscribe en el orden del amor. Además, no se puede olvidar que esta fe tuvo el valor de desmitificar a la naturaleza. Al verla como obra de Dios, impidió adorar a los fenómenos naturales como si fueran dioses. Si no había que divinizarlos, se podía actuar sobre ellos. Aunque parezca extraño, gracias a esa fe, se hizo posible el progreso humano. A cambio, hoy habría que desmitificar también el progreso meramente material, para que no esperemos de él la salvación.

Ese proceso nos llevará a redescubrir al ser humano como sujeto del progreso y no solamente como un objeto o una pieza de la máquina. De forma un tanto semejante, hemos de dejar de considerar a los demás seres vivos como meros objetos. Es más, podremos descubrir que todo el universo es un lenguaje del amor de Dios y nos muestra la inagotable riqueza de Dios.

En consecuencia, se nos impone en nuestros días un doble mandamiento: no desertizar el suelo ni divinizar la tierra. Y una afirmación importante: "El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos".

Los cristianos sabemos que "Jesús vivía en armonía plena con la creacion y los demás se asombraban", al verlo dominar al mar y la tormenta. Nuestra fe nos lleva a confesar que "El destino de toda la creación pasa por el misterio de Cristo" (LS 99).

José-Román Flecha Andrés.

EL MANDAMIENTO Y LA TRADICIÓN

Domingo 22º del Tiempo Ordinario. B.

30 de agosto de 2015

"Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir? No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada. Así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy" El texto del Deuteronomío que hoy se lee en la celebración de la Eucristía pone estas palabras en los labios del mismo Dios (Dt 4, 1-2.6-8).

A continuación se añade algo muy importante. Estos mandamientos son fuente y prueba de sabiduría y de inteligencia. Para la mentalidad de hoy, los mandamientos son imposiciones venidas de fuera de la persona. Se piensa que no garantizan la dignidad del ser humano ni respetan su derecho a la libertad. Así que transgredir los mandamientos sería casi un deber moral.

Esta conclusión puede sonar a blasfemia, pero así piensan muchos vecinos nuestros. Y así actúan. Creen que guardar los mandamientos los esclaviza. Claro que a veces son los demás los que se saltan los mandamientos, y esa transgresión les causa daños y perjuicios. Entonces estos enamorados de la libertad ponen el grito en el cielo? y nunca mejor dicho.

HASTA EL CODO

A los mandamientos se refiere también Jesús en el evangelio de este domingo (Mc 7, 1-23). El motivo es una pregunta de los fariseos y algunos escribas de Jerusalén: "¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?"

Decían verdad, porque lo que estaba en juego no era un mandato de la Ley de Moisés sino una tradición oral que había ido exagerándose con el tiempo. El evangelio de Marcos incluye una nota para explicar la costumbre de los fariseos y los judíos de lavarse las manos "hasta el codo" (cf. Mc 7, 3-4).

A aquella interpelación de los escribes y fariseos, Jesús responde con acritud: "Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a las tradiciones de los hombres". Era evidente que los acusadores habían falsificado la verdadera escala de valores. Los presuntos defensores de la Ley divina, la olvidaban al conceder una importancia superior a una tradición humana.

Para apoyar su veredicto, Jesús retoma un oráculo del mismo Dios, transmitido por el profeta Isaías: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos".

FUERA Y DENTRO

Pero Jesús no es solo un acusador de la hipocresía humana. Es, sobre todo, un buen maestro. Por eso, aproveha esta ocasión para enseñar algo a toda la gente:

? "Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro". Efectivamente, la conciencia humana es un sagrario inviolable. Nada ni nadie puede violentarla, si nosotros no consentimos en acoger el asalto que viene de fuera. Si está guiada por la palabra de Dios y fortalecida por la oración, podrá superar toda tentación.

? "Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre". Lo que de verdad puede mancharnos es la decisión de dejarnos arrastrar por nuestros instintos, malos deseos y malos propósitos. Jesús nos presenta toda una gavilla de los malos frutos de esas malas hierbas. Amplia materia para un examen de nuestra conciencia.

  • Señor Jesús, queremos mantenernos fieles a la voluntad de Dios, como lo pedimos en el Padre nuestro. Que nadie nos empuje a olvidar los mandamientos y a sustituirlos por lemas y proyectos dudosos. Que tu luz nos guíe siempre por el camino del bien. Amén.

José-Román Flecha Andrés

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