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Agosto, mes de reencuentros
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FUERA DE MANO

Agosto, mes de reencuentros

Actualizado 20/08/2015
Antonio Vicente

ANTONIO VICENTE | Juez Internacional Canino

[Img #397250]Agosto era en los 'años 80' un mes trascendental para la economía vitigudinense. Cada mañana, desde primeras horas, almacenes y comercios de todo tipo se veían inundados por aquellos que llamábamos veraneantes que con su ir y venir de tienda en tienda dibujaban un reguero de gentes por las calles de la Villa, signo inequívoco de actividad y progreso. Eran los tiempos en los que cobraba pleno sentido para comerciantes y hosteleros aquello de 'hacer el agosto'. Con el paso de los años las cosas han cambiado tanto?, me temo que para mal, que agosto ?supongo? ya no será el mes determinante de entonces, aunque siga siendo el mes supremo para la economía local.

Agosto tiene, también, connotaciones importantes de carácter religioso para los vitigudinenses. No en vano es el mes en el cual honramos a nuestra patrona, La Virgen del Socorro, sacándola de su Ermita (como dice una estrofa de su himno? "en tan callada Ermita tienes tu Mansión?") para recorrer las calles de la Villa hacia la Iglesia, donde permanece unos días para regresar de nuevo el día 15 en multitudinaria procesión.

Pero por encima de estas connotaciones, agosto es el mes de la crónica social, es el mes en el cual volvemos a ver a aquellos vitigudinenses o de cualquier otro pueblo de la comarca que viven lejos de aquí, y que cada verano regresan por unos días a su lugar de origen. Es por tanto, agosto, un mes de reencuentros.

Quienes hemos tenido la suerte de trabajar muchos años en Vitigudino cara al público en el sector comercio, especialmente hostelería (labor muy dura pero a la vez muy gratificante), empezamos un día teniendo clientes que después ?como en mi caso?, con el paso del tiempo, muchísimos de ellos tuvieron a bien distinguirme con su amistad y cambiaron este estatus por el de amigos, compartiendo desde entonces no solo cafés y copas sino miles de vivencias e historias propias de la amistad más pura y entrañable.

Hay veces que las circunstancias cambian la vida de unos y otros y te llevan a perder el contacto con muchos de estos amigos a lo largo del año, y es agosto el momento de reencontrarme con casi todos ellos, a veces ?incluso? amigos de la infancia, del instituto, de los años del Bachillerato y COU. Es inevitable, tras tantos años, y peinando todos tantas canas, preguntar por las nuevas generaciones, no ya los hijos sino los nietos, pues la vida va pasando y estos van llegando y llenando los huecos que muchos de esos amigos van dejando.

Tenemos en nuestra tierra la inmejorable costumbre de adentrarnos en los bares cuando nos encontramos con viejos amigos para celebrar tal encuentro

Inevitable, también, es preguntar por otros que siempre formaron parte del grupo y ahora no veo. A veces me dan de ellos la peor de las noticias. Sí, la vida pasa para lo bueno, pero también para lo malo. No voy a sonrojarme por reconocer que, a veces cuando se trata de personas relativamente jóvenes, la emoción me embarga y los ojos brillan producto de la tristeza, pues se agolpan en la memoria cientos de momentos que, agitado el coctel vacaciones-bares, siempre fueron momentos de jolgorio y alegría.

Tenemos en nuestra tierra la inmejorable costumbre de adentrarnos en los bares cuando nos encontramos con viejos amigos para celebrar tal encuentro, pues es en esos lugares donde damos rienda suelta a nuestra euforia celebrando siempre nuestros éxitos, nuestras victorias y los grandes momentos de nuestra vida. No perdamos nunca tan excelente costumbre por mucho que una alemana llamada Merkel, con cara de pocas celebraciones y menos amigos, se empecine en lo contrario pues no en vano, como dice un spot televisivo de una conocida firma cervecera española: "Si te arrimas a la barra, te arrimas a la vida, porque somos de barra..".

Disfrutemos, pues, de los reencuentros, de los abrazos y de las alegrías que agosto nos depara y roguemos para que el próximo año volvamos a vernos, estando todos presentes en la certeza de que así nuestros ojos volverán a brillar de alegría, y no de tristeza. Que así sea.

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